"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro"
2.ª Pedro 1:19

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La mujer cristiana en la iglesia - R. A. Huebner

LA MUJER CRISTIANA


Prefacio

Tengo en el corazón presentar a los santos de Dios ciertas porciones de la Palabra del Señor que tratan sobre la mujer cristiana y su conducta. Al enfocar tales temas, lo hago consciente de mis propias faltas en cuanto a seguir a nuestro Señor. No obstante, debemos estar al tanto de que el fracaso es una cosa y los principios divinos son otra. Nadie puede justificar rectamente principios erróneos basándose en los fracasos de aquellos que sostienen principios correctos; por eso mi deseo es procurar la gracia de nuestro Señor para inquirir su pensamiento concerniente a aquellas porciones de la Escritura que tocan de modo más directo este tema. ¿Hay algún lector de estas líneas que preferiría no considerar estos asuntos a la luz de la Palabra de Dios? Si es así, ¿por qué?

Muchos de nosotros reconocemos que este tema no es popular y que —es triste decirlo— causará desagrado a muchos, aun cuando el mismo aparece en muchos lugares de la Escritura de verdad.


Pero, por otro lado, hay hermanas en Cristo convertidas no hace mucho tiempo, y otras que desde hace mucho emprendieron la carrera cristiana (1.ª Corintios 9:24; Hebreos 12:1), que están deseosas de agradar al Señor en sus vidas; quienes, cuando estos asuntos fueron traídos a su consideración, se asombraron de que no les hubieran sido claramente indicados con anterioridad. Algunas hermanas preguntaron por qué estas cosas no son más ministradas en la asamblea. Hay un reconocimiento de la verdad de que aquellos “que viven, ya no viven para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2.ª Corintios 5:15). Tal estado dichoso constituye la verdadera libertad cristiana, esto es, la respuesta de un corazón libre y feliz que desea no sólo guardar los mandamientos de Cristo (Juan 14:15) sino su palabra (Juan 14:23), es decir, el tenor de su mente. La libertad cristiana es el desprendimiento del yo para servir a Cristo (Romanos 6:22; 2.ª Corintios 5:14, 15; 1.ª Pedro 2:16; 2.ª Pedro 2:18; Santiago 1:25). Lea por favor estos versículos ahora. ¡Ojalá que estas líneas sean escudriñadas con ese espíritu! Quisiéramos evitar el peligro de fomentar tanto una conformidad exterior sin un trabajo de Dios en el corazón como una licencia exterior por eludir el tema.

Muchos de nosotros seguimos inconscientemente las costumbres y modas del mundo. Pero, como la Palabra de Dios ha sido dada para dirigirse a nuestras conciencias, examinamos nuestros caminos y entonces, por la gracia de Dios, procuramos corregir aquellas cosas de nuestro andar que pertenecen meramente a las costumbres de la carne. Sabemos que “...el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1.ª Juan 2:17). La nueva naturaleza desea conocer la voluntad de Dios y hacerla.

La conducta de la mujer cristiana constituye el fundamento para el tema de la esfera de servicio de la mujer y, además, le precede. Propiamente, este último es otro tema, pero está estrechamente vinculado con lo que vamos a examinar a lo largo de este escrito. Si los principios considerados se aplican con un corazón contento de obedecer a Dios, el servicio aceptable a Él seguirá como fruto natural de esta obediencia. Ser lo que debemos ser, precede a cualquier cosa que hagamos para el Señor. El estado del vaso de servicio debe hallarse en buenas condiciones antes de que ese vaso tenga que ver con su propio uso y esfera de servicio.


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PRIMACÍA[1]



El lugar asignado a la mujer

Vamos a comenzar el análisis de nuestro tema considerando el lugar que Dios asignó a la mujer. Al hacerlo, recordemos que no se trata de una cuestión de superioridad de la mujer sobre el hombre o del hombre sobre la mujer, sino más bien de aceptar un lugar señalado por Dios en el orden de cosas constituido en el mundo en virtud del orden de la creación establecido por el Creador. El primer pasaje que consideraremos es 1.ª Corintios 11:



"Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios. Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?" (1.ª Corintios 11:3-13).

Con respecto al tema particular sobre el que versa aquí el apóstol, W. Kelly apuntó:

«Parecería que las hermanas de Corinto causaron allí bastantes disturbios, y que se habían olvidado por completo de su debido lugar con relación al hombre. No cabe duda de que los hombres eran al menos tan culpables como ellas. A duras penas sería posible que las mujeres tomasen la delantera en la iglesia a menos que los hombres abandonasen su verdadera posición responsable y su actividad pública. Guiar es el rol del hombre; y aun cuando las mujeres, en ciertas situaciones, podrían ser, con toda seguridad, mucho más útiles que los hombres, con todo, si éstos no guiaren, ¡ello sería un evidente apartamiento del orden que Dios ha asignado a cada sexo! ¡Sería un completo abandono de las posiciones relativas en que fueron establecidos desde el principio! Esto es lo que ocurrió en Corinto. Entre los paganos, las mujeres desempeñaban un rol muy importante, y en ninguna otra parte del mundo, quizás, tan prominente como en Corinto. ¿Necesitamos decir que ello era para su honda vergüenza? No había otra ciudad en que las mujeres fueran tan envilecidas que en aquella en que alcanzaron tan notable y contranatural prominencia. Ahora bien, ¿de qué manera el apóstol afronta esta nueva tendencia? Simplemente introduce a Cristo. Esto lo resuelve todo. Él reafirma los eternos principios de Dios, y agrega aquello que había sido tan brillantemente revelado en y por medio de Cristo. Recalca que Cristo es la imagen y gloria de Dios, y que el hombre se halla en una posición análoga en relación con y en distinción de la mujer. Es decir, el lugar de la mujer es un lugar de recato y, de hecho, ella es más efectiva cuanto menos vista es. El hombre, por el contrario, tiene una parte pública, una tarea, sin duda, más áspera y ruda; un rol que puede no requerir en absoluto de las más finas afecciones, pero que demanda un juicio más calmo y amplio. El hombre tiene el deber del gobierno y la administración exteriores[2] .»

No cabe duda de que los corintios tenían una noción carnal de lo que es la libertad cristiana. No tenían, en lo que respecta a su andar práctico, una verdadera apreciación de lo que significa estar en Cristo, sino que más bien razonaban erróneamente sobre la base de lo que son en Él para perjuicio de cómo debiera ser Él manifestado en ellos en la práctica. El Hijo —quien creó todas las cosas (Juan 1; Colosenses 1 y Hebreos 1)—, habiendo cumplido la redención, no puso a un lado, en virtud de Su obra en favor de nosotros, el orden que Él creó en el huerto del Edén. Y, si bien el hombre y la mujer son coherederos de la gracia de la vida (1.ª Pedro 3:7), eso no es razón para hacer a un lado el orden de la creación según el cual desempeñan sus relaciones prácticas; sino que más bien es un motivo para ser tanto más diligentes para llevar a la práctica la voluntad de su Creador y Redentor.

Así como Cristo es la cabeza del varón, así también el varón es la cabeza de la mujer. La Escritura da al menos tres razones por las cuales la mujer tiene un lugar subordinado (no moralmente inferior) que le ha sido asignado por Dios:


1. La relación creada: Esto se menciona en 1.ª Corintios 11 y se pone de relieve allí por los siguientes hechos:

a. La mujer debe cubrirse.

b. Ella fue creada por causa del varón.

c. El cabello largo le es dado en lugar de velo, el cual constituye así una cubierta continua (si lo tiene). La naturaleza —la cual debemos entender que es la relación creada, establecida por el Creador en el huerto del Edén— enseña que el cabello largo es una gloria para ella (1.ª Corintios11:15). Se trata de una señal exterior de sumisión y retraimiento.Tómese en cuenta que emplea remos las palabras «natural» y «naturaleza» con el sentido de relación creada.


2.ª Timoteo 2:12-13 fundamenta el asunto de la sujeción también en el orden de la creación. La gracia de nuestro Redentor no pone a un lado este orden de la creación. Nótese bien incluso que esto no tiene nada que ver con «pautas culturales». Si estas «pautas» contravienen las directivas de Dios, el cristiano las debe rechazar. Este orden de la creación permanece en vigencia hasta tanto exista este mundo. Por eso, el movimiento de «liberación de la mujer» ha de clasificarse junto con los otros ataques contra los once primeros capítulos del libro del Génesis, tales como el movimiento para abolir la pena de muerte y el que sostiene la teoría de la evolución. El objetivo primordial de Satanás al emprender este colosal ataque contra Génesis 1-11 es deshacerse de la caída. Pues si no hay caída, entonces ¡no hay castigo!


Todos esos esquemas fantásticos que desvirtúan las Escrituras para asegurarle a la mujer un lugar que no le ha sido concedido por Dios, son contradichos por el orden de la creación. Los lugares del hombre y de la mujer en la Casa de Dios son perfectamente consistentes con Su orden de creación. Y cuidado con la idea de dirigir un hogar sobre una base de igualdad de poderes, lo cual, en la práctica, es un mero disparate como quiera que sea. Tampoco fue el hombre creado como cabeza con la mujer creada como cuello para hacerlo girar a su antojo. ¡Qué vergüenza! Lo que se necesita es inclinarse con corazones felices ante la voluntad de Dios.

Como hemos visto que los lugares del hombre y de la mujer están determinados por el orden de la creación y basados en él, consideraremos a continuación su confirmación en los caminos gubernamentales —es decir, disciplinarios— de Dios.

2. El Gobierno de Dios

"A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz tus hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti" (Génesis 3:16).

En la creación, Dios le asignó a la mujer el lugar de sujeción, y por eso Génesis 3:16 no indica cambio básico alguno de su posición, sino que más bien constituye una confirmación judicial de su lugar, creo, con las palabras que presagian ese abuso de la mujer tan típico de lugares y culturas que no han sido iluminados por el Evangelio (aunque los varones cristianos profesantes que busquen ejercer un poder y un control impío sobre la mujer incurrirán también en dicho abuso). Es decir, la mujer tenía el lugar de sujeción tanto antes como después de la caída, pero una vez que el pecado se introdujo, la relación quedó sujeta a la corrupción de tal pecado. El aumento de los dolores en las preñeces fue también resultado del pecado. La caída puso de relieve la diferencia entre el hombre y la mujer, y de ahí que las palabras: "y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti", indiquen una confirmación gubernamental de lo que había sido —y es— el orden de la creación. Fue el resultado de un acto realizado por la mujer en forma independiente de su cabeza. Ella tomó la delantera y fue engañada. Hermanas en Cristo, ¡guardaos de tomar la delantera! Si su esposo, querida hermana, no asume su lugar de cabeza, lo que se necesita no es tomar la delantera, sino oración, clamar al Señor para que cambie a su marido. El hecho de asumir la conducción la coloca a Ud. fuera de su lugar, pasa por encima de Dios —quien le asignó su lugar—, pasa por encima de su esposo, trae desorden en la asamblea de los santos de Dios, y hará estragos en su familia, la cual ve continuamente el desorden y aprende de él. ¡Oh! esté alerta contra este pecado dañino que ha sido la vergüenza y la ruina de muchas familias. Además, ¿de quién es la culpa de que Ud. se casara con un hombre que no quiere asumir su lugar? ¿Consultó realmente al Señor por tal hombre?

Este tema está más desarrollado en 2.ª Timoteo 2:12-14. La mujer no debe "enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión". Luego Pablo agrega: "Pero se salvará engendrando hijos si...". La misericordia se habría de manifestar en los caminos gubernamentales de Dios.

Estamos considerando un orden fundamental de los seres racionales creados por Dios. Dios ha instituido un orden gubernamental entre sus criaturas inteligentes, ya sea que se trate de ángeles o de hombres. Debe haber gobierno, autoridad. Satanás se alzó en su ego y luego indujo a Eva a hacer lo mismo; y Adán le siguió. Ésta ha sido desde entonces la historia de la humanidad, la cual culminará en el inicuo, el que se constituirá a sí mismo como Dios públicamente (2.ª Tesalonicenses 2). Es preciso que reconozcamos que la rebelión es como el pecado de «divinación» (buscar a otro dios fuera del verdadero Dios) y que la propia voluntad es como iniquidad (seguir la voluntad de la depravada naturaleza la cual se halla en rebelión contra Dios) e idolatría (la adoración de algo más en lugar de Dios), (1.º Samuel 15:23). Así, pues, ¡la rebelión contra la autoridad constituida por Dios es un asunto muy serio! Dios ha hecho al hombre cabeza de la mujer y esto compromete seriamente no sólo a la mujer cristiana sino también a la sociedad; y echar por la borda el orden instituido en el Edén —que es lo que se hace actualmente— contribuirá también a la venida de la apostasía (2.ª Tesalonicenses 2).

3. Matrimonio y, Cristo y la Asamblea


Se puede observar en Efesios 5:22-31 que el matrimonio es una figura de Cristo y la iglesia. Cristo es la Cabeza; la iglesia le está sujeta. No obstante, este pasaje también se refiere a la hermosa figura de Génesis 2:21-25.

El hombre fue creado como la imagen y gloria de Dios (1.ª Corintios 11:7). La palabra "imagen" incluye el pensamiento de que el hombre es el representante de Dios en la tierra, su cabeza. A Adán se le designó responsable de la creación terrena. La mujer es la gloria del hombre, su compañara y complemento, el objeto de su amor, y él comparte con ella lo que tiene. El pensamiento envuelto en el hecho de que la mujer es la gloria del hombre es que ella constituye una causa de honor y alabanza para él. Además, ella es su complemento, haciendo de él un hombre completo, por decirlo así. La mujer fue formada a partir del costado del hombre y fue hecha ayuda idónea para él, participando de su semejanza y formando parte de sus pensamientos, sentimientos y amor. ¡Qué privilegio, pues, que la mujer cristiana manifieste la exaltación y gloria de nuestro Señor Jesucristo al conformarse a este modelo! Él así es digno de honor para que no sólo la iglesia le esté sujeta, sino para que también toda mujer cristiana esté sujeta a su propio marido, demostrando así su apreciación por la gloria de Cristo.



Habiendo observado todo esto, sería bueno recalcar aquí que el hombre y la mujer son moralmente iguales. Ella es su «semejanza», habiendo sido tomada de su costado para ser amada, sustentada y muy querida y apreciada. Pero si bien el hombre y la mujer son moralmente iguales, en el orden de la creación, en el gobierno de Dios y en armonía con la exaltación de Cristo como cabeza sobre su iglesia, el hombre ocupa la posición de cabeza responsable. Dios es más sabio de lo que lo somos nosotros, y nuestra sabiduría debe someterse jubilosamente a su Palabra. Él debe ser temido grandemente en la asamblea de sus santos, y tenido en reverencia por todos los que están alrededor de Él (véase el Salmo 89:7).

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LA PRIMACÍA, LA CABEZA CUBIERTA Y EL CABELLO LARGO



La cabeza cubierta


A partir del tema de la primacía —que acabamos de considerar—, el apóstol, por el Espíritu, desarrolla el tema del cubrimiento de la cabeza. Cubrirse o no la cabeza es un medio a través del cual se pone de manifiesto nuestra sujeción al orden de Dios. Entre los muchos desórdenes que había en Corinto, parece haber habido desorden en relación con este asunto, y por eso el apóstol aplicó un ministerio correctivo. Él dice que cuando una mujer profetiza (habla por Dios de ese modo) u ora (habla a Dios), debe estar cubierta; pero cuando el hombre ora o profetiza, debe estar descubierto (1.ª Corintios 11). Hacer lo contrario es desobedecer y faltar en el reconocimiento de la primacía.

El hombre, entonces, no es la única criatura terrestre que habla por Dios o que se allega a Él; la mujer también puede hacerlo. Sin embargo, es importante observar que hay una sola cabeza visible en la tierra, no dos. Esa cabeza es el hombre. Para manifestar que reconoce el orden establecido por Dios en la creación, la mujer cubre su propia cabeza física, declarando así que ella no ocupa una posición de autoridad, que no es la cabeza, sino que más bien reconoce al hombre como la única cabeza (o autoridad) visible sobre la creación terrena. La mujer, al acercarse a Dios en oración y cubrir su propia cabeza, reconoce el orden divino de la creación, donde otro —el hombre— ha sido puesto sobre ella. ¿Desea ella hablarle a Él? Entonces debe reconocer primero el lugar que Dios le ha dado. ¿Desea ella hablar por Él (desde luego que no de forma audible en la asamblea, a la luz de 1.ª Corintios 14:34)? Entonces deberá hacerlo en actitud de obediencia y sujeción.

Merece notarse que la cubierta para la cabeza de la mujer no es su cabello, el cual forma parte de su cabeza. Si la cubierta requerida por la Palabra de Dios fuese su cabello, entonces la expresión "toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta" tendría que significar que la mujer oraba o profetizaba sin cabello. Habría tenido que estar calva o rapada. Además, si tal fuese el significado, los hombres, a los efectos de satisfacer los requerimientos de orar con la cabeza descubierta, tendrían que tener sus cabezas peladas o rasuradas. Es claro, pues, que la cubierta requerida sobre la cabeza de la mujer no puede ser simplemente su cabello, sino más bien una cubierta adicional a éste. La mujer usa esta cubierta como símbolo de sujeción en las circunstancias señaladas.

En 1.ª Corintios 11 se hace mención de una mujer rasurada o rapada. ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que una mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta es lo mismo que una mujer rasurada o rapada? Considérese el interesante comentario sobre este tema que citamos a continuación:

«Creo que hay un significado amplio y peculiar en la ordenanza atinente al cubrimiento de las mujeres en la iglesia (1.ª Corintios 11:5-6). Dicha ordenanza debe tomarse —con sólo una primera lectura— como significando aquella sujeción que la mujer debe al hombre, el cual es su cabeza, o la sujeción que la iglesia debe al Señor. Potestad o cubierta sobre la cabeza era la señal de dicha sujeción y, por ende, lo que convenía a las mujeres en la congregación.

Pero eso no lo es todo; pues el apóstol agrega que: "si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello"; y dice que estar descubierta era "lo mismo que si se hubiese rapado"; y el hecho de estar rasurada o rapada hubiera sido una vergüenza para ella. Pero ¿cuál era la vergüenza cuya expresión consistía en la cabeza rasurada o rapada de la mujer? Esto debe determinarse, creo, acudiendo a la ley. Bajo la ley hallamos dos ocasiones en que la mujer estuvo rasurada o rapada: En primer lugar, cuando la mujer estaba bajo la sospecha de su marido (Números 5:18); y, en segundo lugar, cuando era extranjera y, habiendo sido tomada cautiva por un judío durante la guerra, podía llorar a su padre y a su madre por un mes antes de consumar su unión con su captor (Deuteronomio 21:10-13). El vergonzoso estado de la mujer expresaba así que ella no gozaba ni de la entera confianza ni del pleno regocijo de su marido. Ahora bien, la mujer no debe aparecer con tales marcas sobre sí. La iglesia no debe ser vista como si estuviera bajo sospecha de Cristo, ni tampoco sentirse como una cautiva afligida; ello sería su vergüenza. La cubierta sobre la cabeza, en cambio, muestra que la iglesia no se halla en ninguna de estas condiciones, sino que, por el contrario, es feliz al gozar de la confianza del Señor; y así debería ser. Vemos, pues, que la mujer cubierta en la asamblea manifiesta las dos cosas que conciernen a la iglesia: Primero, su sujeción al Señor; y segundo, su posición bajo Su plena protección, confiada en Él y consolada por Él. La iglesia reconoce el señorío de Cristo, pero, además, goza de su abrigadora presencia —la que aparta el sentimiento de cautividad—, por lo que la cabeza rapada o descubierta sería una negación de ambas cosas, una deshonra para el hombre y una vergüenza para la mujer, y daría un falso testimonio, por consecuencia, a los ángeles, quienes están aprendiendo estos profundos misterios de Cristo por medio de la iglesia (Efesios 3:10; 1.ª Corintios 11:10). Cristo fue visto de los ángeles primero (1.ª Timoteo 3:16). Ellos observaron y siguieron toda su marcha desde el pesebre hasta la resurrección; y ahora aprenden de la iglesia, observan sus caminos, y, si la mujer apareciera descubierta o rapada, los ángeles serían enseñados de manera incorrecta[3].»

Dios es tanto Creador como Salvador, y el orden de cosas establecido sobre la tierra por Dios como Creador no es abrogado por aquello que Él ha traído a la existencia como Salvador. El ministerio correctivo del apóstol, dado en 1.ª Corintios 11, previene contra cualquier abuso de Gálatas 3:28, versículo que algunos querrían utilizar con el objeto de enseñar que, como todos son uno en Cristo, las relaciones terrenales quedan anuladas. Supóngase erróneamente por un momento que era propio que una hermana orara o profetizara en la Asamblea. 1.ª Corintios 11 nos muestra que ella debe tener puesta una cubierta sobre la cabeza (en señal de autoridad). Esto prueba que las relaciones terrenales no han sido abrogadas, lo que también demuestra que tal modo de interpretar Gálatas 3:28 es falso; y peor que falso, pues va en contra de la expresa declaración de 1.ª Corintios 14:34 con porfía. Si alguno cree que es profeta (esto es, uno que expresa el pensamiento de Dios de ese modo) o espiritual (esto es, uno que discierne el pensamiento de Dios) reconozca que lo que Pablo escribió en 1.ª Corintios 14:34 y en 1.ª Corintios 11 ¡son mandamientos del Señor (1.ª Corintios 14:37)!

Autoridad sobre su cabeza

"Por lo cual la mujer debe tener [señal de][4] autoridad sobre su cabeza..." (1.ª Corintios 11:10). La razón por la que ella debe tener señal de autoridad sobre la cabeza es porque "tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón" (v. 9). Esto significa que la mujer está bajo la autoridad del varón (cf. v. 3). La mujer no puede tomar algo inmaterial como es la "autoridad" y ponerlo sobre su cabeza, por lo que debe ponerse algo sobre la cabeza de tal modo que se entienda que represente la autoridad del varón. Ponerse una cubierta mientras ora o profetiza es un acto mediante el cual ella reconoce que está bajo autoridad. La cubierta —como alguien bien lo ha dicho— «es una señal o símbolo de la autoridad bajo la cual está». Ella estará, pues, bajo una cubierta reconociendo con ello que está bajo autoridad.



Por causa de los ángeles

"Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles" (1.ª Corintios 11:10). ¿Por qué la señal de autoridad puesta sobre la cabeza es por causa de los ángeles?

"Pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres" (1.ª Corintios 4:9).

"Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto" (Salmo 103:20).

"¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?" (Hebreos 1:14).


"Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales" (Efesios 3:10).


Ellos también rodean a los redimidos en los cielos (Apocalipsis 5:11). Los ángeles, quienes prestan oído a la voz de su Palabra, contemplan y aprenden acerca del orden de Dios en medio de Su pueblo. Ellos (los que no cayeron ni pecaron juntamente con Satanás) son principados y potestades; criaturas que están bajo autoridad, y tienen rangos que los distinguen entre sí. Entre los redimidos de Dios, los lugares asignados al hombre y a la mujer deben asumirse muy especialmente. Necesitamos recordar la infatigable e inquisitiva mirada de los ángeles al contemplar a los seguidores del Perfecto, del Obediente.



El "cabello largo"5 es una señal natural de reconocimiento de la primacía


En el jardín del Edén, ¿no había nada que representara el reconocimiento de la primacía? No, nada. Dios había "dado" a la mujer el "cabello largo"[5] (1.ª Corintios 11:15), no con la llegada del cristianismo, sino en el Edén. Yo creo que este versículo es una razón para creer que Eva fue creada con el cabello largo. Cuando se hallaba desnuda, en inocencia, Eva tenía este velo natural. Éste era —y es— la señal natural de reconocimiento de la jerarquía y de la concomitante sujeción, modestia y retraimiento —ese decoroso ocultamiento de uno mismo— con respecto al hombre que queda tan bello en una mujer. El cabello largo fue "dado" por el Creador antes de la caída, cuando Él instituyó la apropiada relación del hombre respecto a la mujer.

En 1.ª Corintios 11, el Espíritu de Dios nos presenta el tema de la primacía y de la decorosa sumisión por parte de la mujer. El asunto del cabello largo es traído a consideración a fin de reforzar y arrojar claridad a lo que el Espíritu dice acerca de la primacía y de la cabeza cubierta por parte de la mujer en reconocimiento del lugar que Dios le dio.

"Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello" (1.ª Corintios 11:13-15).

La naturaleza, dice el apóstol, nos enseña que no es decoroso que la mujer ore con la cabeza descubierta. Naturaleza no es decencia. Naturaleza no es el modo en que el cabello largo crece por sí mismo. Naturaleza nada tiene que ver con «pautas culturales». Naturaleza es la relación creada. La relación creada nos muestra que Dios ha puesto a la mujer en el lugar de sujeción (véase 1.ª Corintios 11:9, 11; 1.ª Timoteo 2:13; Efesios 5:24-31, junto con Génesis 2:21-25). La naturaleza —es decir, la relación creada— enseña que si una mujer tiene el "cabello largo", gloria es para ella. El "cabello largo" le es dado "en lugar de velo" («a modo de» velo o «como» un velo). Si la mujer no tuviera el cabello largo, entonces no tendría el velo dado por Dios. No tendría la señal natural y continua de reconocimiento de la jefatura del hombre sobre su cabeza. Es inútil decir que todo marcha bien mientras el hombre interior esté bien. Si el hombre interior está en un buen estado espiritual, la prueba de ello sería el hombre exterior gobernado por la Palabra de Dios. ¿Ud. dice que el hombre mira la apariencia exterior? ¿Dónde más se supone que ha de ver? Tal objeción es, a menudo, fruto de los argumentos y subterfugios que esgrime la voluntad propia. Además, Dios mira el corazón y juzgará si el motivo es auténtico. Mas, ¡muéstrame tu fe por tus obras!

Dios "ha dado" (1.ª Corintios 11:15) el "cabello largo" a la mujer para un uso constante como señal de sujeción. De ahí que haya una cubierta natural provista para todo momento; y, adicionalmente, cuando la mujer ora o profetiza, se coloca sobre su cabeza otro símbolo de la autoridad bajo la cual está, reconociendo con ello que el "cabello largo" expresa continuamente esa sujeción.

Hemos estado considerando dos asuntos cuya relación debemos señalar:

1. Dios le ha dado a la mujer cabello largo como señal de la relación creada del hombre y de la mujer.

2. Cuando una mujer ora o profetiza, debe colocarse sobre la cabeza un símbolo de la autoridad bajo la cual está.



La cubierta natural de cabello largo testifica de la naturaleza. El hecho de ponerse otra cubierta sobre la cabeza es un acto por el que reconoce que su cabello largo significa precisamente que ella está en sujeción cuando ora (habla a Dios) o profetiza (habla por Dios de ese modo). Cada vez que la mujer se cubre la cabeza reconoce mediante ese acto (siempre que se lo haga de corazón, naturalmente) la verdad del significado del cabello largo.

Gloria para ella[6]

A veces oímos decir que el cabello de la mujer es su gloria, como si el cabello mismo fuese una gloria. Dando por sentado el hecho de que la mujer tiene el cabello largo en obediencia al orden establecido por Dios para el hombre y la mujer, la Escritura dice que: "si tiene cabello largo, gloria [es] para ella" (1.ª Corintios 11:15; versión JND en inglés). La "gloria" para ella es el reconocimiento de la jefatura del hombre, y la consiguiente asunción del lugar de sumisión, recato y retraimiento, simbolizado por el cabello largo. La gloria de Cristo, cuando estuvo aquí abajo en Su humanidad, suponía tomar el lugar que el Padre le había asignado. Es una gloria para la mujer tomar el lugar que Dios le ha asignado. Por el contrario, para el hombre es una deshonra tener el cabello largo (1.ª Corintios 11:14) por cuanto ello significaría que ha abandonado el lugar que Dios le ha dado. A los ojos de Dios, sería lo mismo que haber tomado el lugar de la mujer. Así, pues, la mujer que no tuviera el cabello largo, estaría asumiendo el lugar del hombre. No hay ninguna gloria en ello, sino todo lo contrario, deshonra para ella, lo mismo que el hombre que tuviera el cabello largo.

"Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza" (1.ª Corintios 11:4). Llevaría vergüenza sobre su cabeza física, como así también deshonraría a Cristo, quien es la cabeza de todo varón. "Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado" (1.ª Corintios 11:5). Pues que una mujer ore o profetice sin estar cubierta es ser deliberadamente como una mujer rapada. Al rehusar colocarse una cubierta especial cuando ora o profetiza, ella avergüenza a su cabeza física. Así, pues, a los ojos de Dios, como también a los ojos de los cristianos sujetos a la enseñanza de la Palabra, o ella está cubierta o se asemeja deliberadamente a una mujer rapada. Os pregunto varones cristianos: ¿Quisierais que vuestras esposas o vuestras hijas estuviesen rapadas, a los ojos de Dios, al menos, si no a los vuestros? Al estar descubierta, ella también deshonra al hombre, "porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón" (1.ª Corintios 11:7). Al actuar deliberadamente como una mujer rapada, ella pierde el lugar de ser gloria del varón.

Junto con el velo natural del cabello largo se agrega el velo especial cuando se ora o profetiza.

El cabello largo hace de velo

"Porque en lugar de velo le es dado el cabello" (1.ª Corintios 11:15). El «Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento», de Vine, dice que el vocablo griego peribolaion «denota lit. algo echado alrededor (peri = alrededor; ballo = arrojar); de ahí, un velo, una cubierta, 1.ª Corintios 11:5, o un manto alrededor del cuerpo, un vestido, Hebreos 1:12». Así, pues, una mujer con cabello largo (si el corazón está ejercitado en cuanto a ello en sujeción) está moralmente velada. Ello significa que la mujer, en un sentido moral, se ha puesto fuera de la mirada de los demás; que no asume el lugar del hombre, el cual no está velado.

Respecto al término «cubrir», el citado diccionario de Vine dice: «katakalupto: cubrir por completo (kata, intensivo), en la Voz Media, cubrirse a sí mismo, se usa en 1.ª Corintios 11:6,7)».

Debemos señalar aquí varios puntos:

1. Sólo la gloria de Dios debe ser manifestada. El hombre "es imagen y gloria de Dios" (1.ª Corintios 11:7). Por eso, él no ha de estar velado con el cabello largo ni tampoco cubierto cuando ora o profetiza por cuanto con ello estaría velando la gloria de Dios. Además, la gloria del hombre no debe ser manifestada. Obsérvese que "la mujer es gloria del varón" (1.ª Corintios 11:7); por lo que, si la mujer no está velada, la gloria del hombre se pone de relieve; y esto es contrario a la voluntad de Dios, pues a la mujer le ha sido "dado" el cabello largo en lugar de velo (1.ª Corintios 11:7), por lo que ella no es puesta de relieve. Así, pues, desde un punto de vista moral, la mujer con cabello largo está velada aun cuando su cabeza o rostro no estén físicamente velados con alguna prenda.

2. El hombre no tiene ninguna cabeza visible sobre sí, por lo que no está velado con el cabello largo, como si tuviera una cabeza visible. Tampoco está cubierto cuando ora o profetiza. La mujer es el caso totalmente contrario.


3. Las cubiertas en los tiempos del apóstol Pablo eran velos. Por el hecho de que el cabello largo sirve de velo femenino sin que la cabeza o el rostro estén cubiertos con alguna prenda, un sombrero, pañuelo, etc., servirá de cubierta cuando se ora o profetiza. La mujer con el cabello largo está siempre velada de forma natural, pero en ciertas ocasiones es necesario colocarse sobre la cabeza la señal de la autoridad bajo la cual está, señal que reconoce el significado del continuo y natural velo.



4. El hecho de que la mujer debía colocarse un velo cuando oraba o profetizaba indica que no necesitaba estar cubierta en todo momento con la señal de reconocimiento de lo que denota el cabello largo. Por eso, no es esencial que una mujer deba estar velada con alguna prenda en público, aunque se debe tener cuidado de aparecer siempre como se indica en 1.ª Timoteo 2:9-11 y 1.ª Pedro 3:1-7. No obstante, nótese que si una mujer cristiana se halla en un medio cultural donde es habitual llevar puesto un velo en público, ello no choca contra la Escritura, y creo que los dos pasajes recién citados indican que sería conveniente actuar de ese modo en tal caso.



5. Aunque ya ha sido demostrado que la cubierta mencionada en 1.ª Corintios 11:6-7 no se refiere al cabello, nótese que estas dos diferentes palabras griegas demuestran también que el cabello largo no se refiere a la cubierta que se menciona en los v. 5-7.



El cabello largo y el nazareo



Dios ha elegido el cabello de la mujer como una clara y específica señal de sujeción, y ello tiene tal significado a través de toda la Escritura. El cabello totalmente crecido del nazareo habla de ocupar un lugar de separación, dependencia y sujeción permanente o bien un especial lugar de separación, dependencia y sujeción por un tiempo determinado (Números 6); pero tal condición, en cualquiera de ambos casos, es la que está establecida ahora para la mujer. 1.ª Corintios 11 deja esto perfectamente claro.



Bueno es que recordemos en nuestros corazones que las cosas que fueron escritas en otro tiempo "están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos" (1.ª Corintios 10:11), y Números 6:5 nos presenta una lección acerca del cabello largo y el nazareo. Antes de considerar específicamente este tema, debemos tener en cuenta lo siguiente: Si bien todo israel se hallaba bajo la ley, ésta nada perfeccionó (Hebreos 7:19). El nazareo simboliza que hay algo mejor y más elevado que la ley. Si bien nuestro Señor Jesucristo no era un nazareo literal, moralmente lo era, y lo era en perfección. Su andar iba más allá, mucho más allá de lo que la ley exigía; tanto es así que bien podía decir que el que lo había visto a Él, había visto también al Padre. Y cuán precioso es que, por su gracia, al estar en Cristo, ello también sea cierto de los cristianos. Y, estando en Él, nosotros también reflejamos su vida de resurrección. Ojalá que se manifieste más lo que somos en Él, y que Cristo sea manifestado en nosotros a través de nuestro andar práctico en este mismo escenario de muerte moral que comprende el mundo en todos sus aspectos.



En breve, podemos señalar que:



1. Números 6:3-4 indica una separación de los goces del mundo.



2. Números 6:5 señala la importancia de no buscar un lugar aquí. Por eso, no se insistirá sobre los derechos de uno, sino sobre los de Dios.



3. Finalmente, Números 6:6 indica separación de todo lo que caracterizaba a este escenario de muerte moral que comprende todo el mundo.



El principio enseñado en relación con el voto del nazareo es que éste se separa de todo aquello que sirve al yo, y toma de forma especial el lugar de sujeción y devoción a la voluntad de Dios, renunciando a todo lo que pertenece a la naturaleza del hombre, tal como se simboliza mediante el cabello largo de la mujer, con la consecuente vergüenza que trae consigo tal posición en este mundo. "La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello?" (1.ª Corintios 11:14). Desde el punto de vista típico, el hecho de someterse de tal modo a la voluntad de Dios implicará la deshonra de parte del mundo. Ese camino, naturalmente, se aplica también a la mujer.



La única marca exterior del nazareo literal se hallaba sobre su cabeza. El cabello largo del nazareo era, típicamente hablando, la señal de debilidad, dependencia y sumisión; pero, si bien hay debilidad, dependencia, sumisión, retraimiento y deshonra exteriores, como se ve en el cabello largo, hay fuerza espiritual (simbolizada en Sansón), discernimiento y juicio (simbolizados en Samuel) y poder en el testimonio —no resultados, como dicen los hombres, sino poder— (simbolizado en Juan el Bautista).



De los siguientes comentarios acerca del nazareo, formulados por algunos que nos hablaron la Palabra de Dios en el pasado (Hebreos 13:7), resulta del todo evidente que lo que hemos estado considerando acerca de la primacía, la cabeza cubierta y el cabello largo, era enseñado regularmente por provechosos autores en otro tiempo a partir de las Escrituras.



«"Todo el tiempo del voto de su nazareato no pasará navaja sobre su cabeza; hasta que sean cumplidos los días de su apartamiento a Jehová, será santo; dejará crecer su cabello" (Números 6:5). Es claro que ésta no era la condición normal del hombre. El cabello largo no le caía bien, si bien armoniza perfectamente con la mujer. El cabello largo es la señal de sujeción a otro[7] ; la sujeción no es el orden de Dios para el hombre, el que está destinado a ser la imagen y gloria de Dios. Pero en el caso del nazareo la regla era de un carácter totalmente especial. Había un renunciamiento a los derechos naturales del hombre, al lugar de dignidad que Dios le había establecido en la naturaleza[8].»



«En segundo lugar, el nazareo deja crecer su cabello; ello suponía el abandono de uno mismo al someterse a la voluntad de Dios, al renunciar a la dignidad y a los derechos de uno como hombre, pues una cabeza con el cabello largo en un hombre señalaba, por un lado, el abandono de su persona y, por el otro, "autoridad sobre la cabeza" (1.ª Corintios 11:10)[9].»



«El cabello largo es el símbolo del abandono propio para el Señor y de la dependencia de él; potestad sobre la cabeza, es decir, una señal de sujeción en aquel que así lo lleva, pero sujeción con devota abstracción de sí mismo[10].»



«El largo cabello del nazareo proclamaba abiertamente que había abdicado su dignidad y derechos personales como varón, a fin de dedicarse al servicio de Dios. Aquello que era la gloria de la mujer, era la deshonra para él[11].»



«"Tus cabellos como manada de cabras que se recuestan en las laderas de Galaad." (Cantares 4:1). El cabello largo, nos dice el apóstol, es el velo y gloria de la mujer (1 Corintios 11:15). Pero, ¿acaso no hay también una referencia, en esta comparación, al cabello largo del nazareo, el cual era tipo del poder en el Espíritu? La gran fuerza de Sansón residía en sus siete guedejas[12]»



«Las cabras sirias eran negras, con larga pelambre... ello explica este lenguaje figurado, que representaba la belleza y exuberancia de lo que es la gloria de la mujer (1.ª Corintios 11:15). Tal era su cabello en amplia medida[13].»





«Su cabello "como manada de cabras que se recuestan en las laderas de Galaad". El cabello de la mujer le fue dado por cubierta (literalmente: "en lugar de velo"). Es gloria para ella, un símbolo de sujeción a la autoridad, y, por ende, una prenda del poder de aquel a quien ella reconoce estar sujeta... lo débil con lo fuerte, y el cabello de la mujer es un bello testimonio de este principio. Cuando Sansón perdió su cabello largo —símbolo de su sujeción nazarea a otro—, su fuerza —que es el Señor— se apartó de él (Jueces 16:19-20)[14] .»



«Parecería haber poca relación entre un cabello largo o sin cortar y una fuerza invencible; pero Dios estaba en ello [se refiere a Sansón], y un Dios honrado y obedecido es un Dios de poder para nosotros[15] .»



«Para librarnos del mero formalismo religioso —representado por los filisteos— necesitamos aprender la lección de la fuerza liberadora, fuerza que yace en el largo "cabello de mujer" del nazareo, que es la señal de sujeción y dependencia respecto de Dios[16].»



Creemos que estas citas expresan claramente que el cabello largo del nazareo indicaba la especial posición de «sujeción en devota abstracción de sí mismo» asumida por él; que el cabello estaba destinado a crecer en su plenitud, y que éste es el modo en que Dios espera que las mujeres tengan el cabello de forma normal. Aprendemos esto particularmente de las instrucciones que se dan a la mujer nazarea en Jueces 13:4, 13 y 14. Se le instruye en el sentido de que debe abstenerse de vino, de bebidas fuertes y de lo que es inmundo. Sin embargo, no se le dice que "no pase navaja sobre su cabeza". La ausencia de este requisito en relación con la mujer nazarea es verdaderamente sorprendente; pues, en el caso del varón nazareo, en Números 6, el mismo es consignado de forma explícita. ¿Por qué ésta se omite en el caso de la mujer nazarea? Sencillamente porque la Escritura considera el cabello totalmente crecido como la condición propia y normal del cabello de la mujer. Por eso, el hecho de que un varón nazareo se haya dejado crecer plenamente el cabello como una mujer, indicaba exteriormente que había asumido el lugar de sujeción. Hay que aprender, pues, la siguiente lección de la enseñanza del nazareo: la Escritura considera el cabello largo —esto es, cabello totalmente crecido, en forma natural, sin cortar— como la condición propia y normal del cabello de la mujer.



La aplicación de la enseñanza del nazareo ha presentado dificultades a algunos. Trataremos de resolver brevemente algunas de estas dificultades.



(a) La rasuración del nazareo a la finalización del voto



Cuando el voto del nazareo había sido cumplido, su cabeza era rasurada (Números 6:18)[17]. La rasuración de la cabeza de una mujer nazarea de ningún modo anula el pensamiento de que el cabello largo es la condición establecida para una mujer piadosa en el día de hoy, tal como normalmente lo fue siempre (1.ª Corintios 11:14-15). Tampoco el cabello largo del nazareo varón hace a un lado la enseñanza de 1.ª Corintios 11 respecto del cabello corto como la condición establecida para el hombre piadoso. El especial requerimiento de Números 6 respecto de rasurar la cabeza, por tanto, no constituye ninguna objeción válida contra el hecho de que «cabello largo» significa «totalmente crecido»; porque, si fuese una objeción válida, se seguiría que una objeción similar sería válida contra la condición normal del hombre. No obstante, en lo que toca al hombre, la objeción choca contra una explícita declaración de la Escritura: la costumbre normal del hombre es el cabello corto. El hecho de que no pasara navaja sobre su cabeza, en cierta ocasión, constituía un caso excepcional. La costumbre normal de las mujeres es tener el pelo crecido en su totalidad, y el caso excepcional era una cabeza rasurada bajo una circunstancia particular.



(b) Nazareato perpetuo



En el caso del nazareato perpetuo, jamás navaja alguna pasaba sobre la cabeza, por lo que en tal caso Números 6:18 carecía de aplicación. Ello, empero, no significa que Números 6 no contenga ninguna lección para nosotros, puesto que en Cristo somos,



(c) Números 6 significa separación más bien que sujeción



La objeción de que en Números 6 el cabello significaba separación pero en 1.ª Corintios 11 significaba sujeción y que, por consiguiente, no hay relación entre ambos, no resistirá la prueba de comparar Escritura con Escritura. Números 6 significa ambas cosas. Es cierto que el significado de 1.ª Corintios 11 es que el cabello largo es la señal de que la mujer está sujeta y de que se halla bajo autoridad. Es el reconocimiento de la aceptación del lugar que le ha asignado la voluntad de Dios. Pero éste es precisamente el pensamiento en el voto del nazareo.

El nazareo se separa de aquello que sirve al yo y toma de manera especial el lugar de sujeción a la voluntad de Dios más allá de lo que requería la ley.



(d) ¿Cabello más largo que el del hombre simplemente?



Hay quienes dicen: «La expresión "cabello largo" no significa cabello regulado sólo por el límite de máximo crecimiento; Pablo lo dejó expresado sabiamente; de lo contrario, las almas recién convertidas se hubieran visto privadas de ejercicio para descubrir el pensamiento del Señor acerca de qué es largo y qué es corto, y qué, pues, es lo que agrada al Señor.» El argumento concluye con que "cabello largo" significa simplemente largo relativo con respecto al hombre, es decir, más largo que el cabello del hombre.



Hemos visto ya que "cabello largo" significa totalmente crecido, tal como lo llevaba el nazareo. La Escritura, habiéndonos revelado el pensamiento del Señor de manera clara y suficiente, debe zanjar la cuestión. Con respecto a la idea de dejar lugar al ejercicio del corazón en este asunto, quisiéramos declarar que el Señor no nos dejó que fuésemos ejercitados de la manera que se pretende. Tómese un ejemplo. "El que hurtaba, no hurte más", dice la Escritura. ¿Nos hallamos en falta porque no dejemos lugar a ejercicio para que una alma recién convertida descubra lo que agrada al Señor respecto a este asunto? Naturalmente que el ejercicio persiste. En el fondo somos ladrones. Muchas hermanas con quienes hemos hablado sobre el tema del cabello largo —y que así lo llevan— tienen un ejercicio: el de continuar obedeciendo la voluntad del Señor, y hay a veces cierto grado de inconveniencia, de dificultad, una advertencia diaria de su significado. Así, pues, el Señor no ha dejado que todas las cosas sean un asunto de relatividad, que apenas necesiten ser formuladas.



(e) "Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente"



Romanos 14:5 a menudo se esgrime como argumento para frustrar cualquier intento de ministerio que procure llegar a la conciencia. ¡Qué vergüenza! El asunto del cabello largo está excluido del asunto esencial de Romanos 14:5 porque el Señor ha dado Su pensamiento sobre el particular en otros pasajes. La expresión "cabello largo" es suficientemente explícita aun sin la enseñanza de Números 6; no obstante, requiere un corazón sumiso que busque y descubra la voluntad de Dios en lo que respecta a la señal de dependencia, sumisión y retraimiento. Para quienes lean inglés, les recomendaría que lean las notas sobre Romanos 14 por W. Kelly a modo de correctivo de este tipo de uso de Romanos 14.



Notemos, a partir de las citas que hemos hecho anteriormente, que en otro tiempo no había ninguna dificultad con este tema. Desde que la rebelión de los cristianos se ha acentuado, hemos desarrollado dificultades acerca de la señal de «sujeción en devota abstracción de sí mismo».



El cabello largo y varios pasajes de la Escritura



Restan considerar tres pasajes que guardan relación con el tema que estamos examinando.



Lucas 7:38-39, 44



"Y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora... Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos."



Vemos cómo nuestro Señor Jesús reprocha a Simón bienaventuradamente con el bello proceder de esta mujer. Allí permanece en toda su belleza aquella Palabra que nunca pasará. Dios ha guardado el episodio como una reliquia en su Palabra que permanece para siempre. "Pero a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso." ¡Qué fiesta para el corazón del Señor Jesús en la escena de su rechazo! El día lo declarará.



Juan 12:3



"María... fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos." "Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y la casa se llenó del olor del perfume" (Juan 11:2; 12:3).



Nuevamente encontramos los pies del Señor Jesús enjugados por el cabello de una mujer. ¡Seguramente esto tiene algo para decirnos! Dos veces hallamos mencionado tal asunto. El Señor Jesús ve en él un testimonio de la belleza.



Apocalipsis 9:7-8



"El aspecto de las langostas era semejante a caballos prepa rados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas; tenían cabello como cabello de mujer."



Estas langostas tenían rostros de hombres, lo cual habla de atrevimiento e independencia; pero también tenían cabello de mujer, lo que representa real debilidad y sujeción (no separación, como a veces se piensa). Estas langostas se hallan bajo el dominio de Satanás; sin embargo, el "cabello de mujer" —la señal de sujeción— significa que ellas están bajo el control final de Dios,

independientemente de lo que aparenten cuando se las mira de frente. Pero, con respecto al tema que estamos examinando, considérese la significativa expresión de este versículo: "Cabello como de mujer." ¿Qué significa esa expresión? ¿Querrá decir cabello corto, cabello a la altura de los hombros, corte masculino o simplemente más largo que el cabello del hombre? El "cabello como de mujer" tiene por objeto dar a entender algo muy concreto y definido. La Palabra supone que el lector ha leído la Palabra de Dios hasta este punto y que, por ende, entenderá el significado de esta expresión a la luz de la consistencia a través de toda la Palabra de Dios respecto al carácter normal del cabello de la mujer. El cabello que llevaba el nazareo, según vimos, era el cabello de mujer. Hay un solo largo de cabello que satisfará este pasaje: el cabello totalmente crecido del nazareo, y tal es el cabello largo de 1.ª Corintios 11. Ninguna navaja obraba en el nazareo. Muchachitas que deberían estar instruidas en el camino que deben andar son a menudo enseñadas a utilizar la «navaja» cuando su cabello es recortado para lograr el «flequillo».



El lector se puede asombrar de que se le dé tanto espacio al tema del cabello largo. Lo que el hombre, en sus pensamientos de su propia importancia, relegaría a un plano menor, considerándolo un pequeño detalle, una minucia, en realidad está estrechamente relacionado con verdades de mucha monta y de profunda significación. Además, si uno desea inclinarse alegremente ante la voluntad de Dios al respecto, entonces una inclinación ante la Palabra de Dios con respecto a la primacía y con nuestro próximo tema —el adorno—, seguirá usualmente sin demasiada dificultad. Cuanto más se considere el tema, tanto más puede sentirse que la batalla librada por una mujer cristiana en lo atinente a su conducta piadosa es frecuentemente ganada o perdida en este punto de comenzar o no a cortarse el cabello.



La Escritura dice más de lo que muchos creen acerca de la primacía y su reconocimiento. Un debido, sincero y feliz reconocimiento, en gozosa obediencia al Señor (ésta es la verdadera libertad cristiana) tiende a bendecir la vida hogareña, la vida de la asamblea y la sociedad en general. Siempre que hay desobediencia voluntaria a estas cosas, se producen nocivos efectos sobre dichas relaciones. Mas cuando el corazón penetra en estas cosas con gozosa obediencia al Señor, los efectos correspondientes sobre estas relaciones son buenos y saludables. Por ejemplo, en un hogar donde se ejerce la primacía acorde con la Palabra de Dios, y donde la sujeción de la esposa se presta conforme a esa Palabra, el feliz resultado es que los hijos aprenden el principio de autoridad y obediencia, y ven un ejemplo diario y piadoso de estas cosas.






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EL ADORNO


1.ª Timoteo 2:8 y 1.ª Pedro 3:3-4





Un ejercicio forjado por el Espíritu, en lo tocante al verdadero reconocimiento de la primacía, debe conducir a un interés por aparecer ante los ojos del mundo como la Palabra de Dios indica que debe aparecer una mujer.



"Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad" (1.ª Timoteo 2:8-12).



"Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el de corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios" (1.ª Pedro 3:3-4).



Los hombres deben orar teniendo manos santas, y deben hacerlo sin ira ni contienda, lo cual es natural para ellos. "Asimismo" significa que la dependencia de la mujer cristiana respecto de Dios, debe demostrarse, no por la oración pública sin ira ni contienda —como en el caso de los hombres—, sino por estas marcas: conducta decente (decorosa, bien ordenada), al igual que la ropa[18]; ataviada con modestia (un sentimiento de vergüenza) y discreción (sobriedad, inclinación a la pureza). Estas instrucciones no son sólo para las ocasiones en que los santos están reunidos, sino también para otras partes: "En todo lugar." Estas cosas se relacionan con la oración, con manifiesta dependencia de Dios. ¿Por qué acudimos a Él como individuos dependientes si no estamos dispuestos a ser gobernados por su Palabra? ¿Por qué le llamamos Señor, Señor, y no hacemos las cosas que Él dice?



1.ª Pedro habla de estas cosas con referencia al sumiso pueblo de Dios en sus diversas relaciones cotidianas; por eso, la modestia prescripta lo es con miras a rendir testimonio del santificante y eficaz poder de Dios que obra en el alma. Estos asuntos tienen, pues, tanto un aspecto relacionado con Dios como otro relacionado con los hombres. En las declaraciones del Espíritu Santo respecto a las "mujeres que profesan piedad", lo primero que hace —como de costumbre— es señalar lo negativo.



La expresión "peinado ostentoso" de 1.ª Timoteo 2:9 significa, según el griego, tejido o trenzado, así como una red, un cesto o un artículo de mimbre. Mientras que la de 1.ª Pedro 3:3 (vertida también "peinado ostentoso" en la versión Reina-Valera) significa "trenzado", esto es, entrelazar o entretejer el cabello.



Pedro hace referencia a la práctica de usar el cabello para hacer resaltar la persona de uno. Es importante notar que la Escritura no dice que la mujer no deba usar cabello ostentoso, ni oro, ni perlas ni vestidos costosos; lo que dice es que:



· Cabello ostentoso

· oro no deben usarse como adorno

· perlas

· vestidos costosos





Debemos tomar estos ítems como ejemplos representativos y no como una lista exhaustiva. Tenemos, pues, una guía general por la que podemos agradar al Señor, quien se dio a sí mismo por nosotros a fin de que no vivamos más para nosotros mismos sino para él, quien murió y resucitó por nosotros (2.ª Corintios 5:15).



¡Hacer resaltar deliberadamente la persona de uno es alimentar la vanidad!



A veces, con el objeto de obedecer este pasaje, que ordena no ornamentarse con perlas, hay quienes se ponen imitaciones o cosas que sustituyen las perlas. Esto puede ser, por otro lado, un intento por burlar la Palabra de Dios. Bien podemos asombrarnos de la espiritualidad de semejante proceder que exige una lista exhaustiva de «cosas prohibidas». Tal actitud es propia de alguien que no desea dar al Señor ni un átomo más de lo que explícitamente requiere en su Palabra. Es una mezcla de vanidad con mezquindad.



Algunos interpretan que el "cabello ostentoso" (rulos, trenzas) puede ser algo útil, algo conveniente, siempre que se haga con sobriedad y modestia. Pero los pasajes de 1.ª Timoteo y de 1.ª Pedro que estamos considerando no se refieren a esto. Sin duda también un simple anillo de oro para indicar que uno está casado estaría en orden, ya que evidentemente no se lo lleva puesto con el objeto de embellecerse a sí mismo. Ya sean perlas, o su imitación, o cosas afines que las sustituyan, que puedan colocarse por cualquier otro motivo que no sea el adorno, el lector debe juzgarlo ¡en el santuario!



El asunto de vestirse requiere discernimiento y reflexión delante del Señor. Existen, al parecer, dos trampas: los adornos superfluos (emperifollarse) y la escasez de ropas. Consideraremos algunas notas oportunas que conciernen a los primeros.



Adornos superfluos



C. H. Mackintosh dice:



«A menudo quedamos completamente atónitos al presenciar las cosas que algunas mujeres cristianas ponen sobre sus personas; por ejemplo, los llamativos racimos de flores artificiales sobre sus cabezas y alrededor de sus rostros, piezas de vidrio pintado y joyas de fantasía. ¡Cómo puede una mujer de buen gusto o de sentido común —sin mencionar su espiritualidad— gastar dinero, tiempo y pensamiento en tales cosas! Seguramente, si ellas tan sólo consideraran el asunto en la presencia de Dios, actuarían de forma diferente. Lamentamos tener que escribir en este tono; pero suplicamos encarecidamente a todas las mujeres cristianas que lean estas líneas que den al tema su solemne consideración. Que cada una mire por sí misma. Y seamos fieles los unos a los otros[19.»



«Amante de la justicia», «I.P.S.», Londres. Vosotros dos juzgáis que somos parciales en nuestras notas sobre el vestido publicadas en la revista de noviembre; y consideráis que deberíamos habernos referido a nuestros hermanos del mismo modo que a nuestras hermanas. Aceptamos vuestros reproches, y agradecemos vuestra sinceridad. Pero debemos decir que no nos hemos topado con muchos casos, tales como los que mencionáis, de «hermanos» y «hasta maestros» que usen «anillos y cadenas de oro», «bastones con mango de oro», «chalecos de plata» y «sombreros de moda». Difícilmente podamos concebir tales cosas en relación con alguna medida de espiritualidad. De hecho, raramente nos hemos encontrado con ellas en los casos en que aún había sano sentido y un vigoroso intelecto, sin incluir el cristianismo y la obra de la gracia en el alma. El hombre cristiano debe mantenerse, con la mayor diligencia, a la mayor distancia de toda afectación en el vestir; pero más especialmente lo debe hacer uno que tome parte en el servicio de Dios. No obstante, como lo dijimos, apenas nos hemos encontrado con esta suerte de cosas, y, además, debemos recordar que las exhortaciones del Espíritu Santo acerca del tema del vestido se dirigen todas a las mujeres[20].»



Edward Dennett observó:



«Ahora bien, se dice a veces que estos asuntos de adornos y vestido se dejan a merced de las conciencias individuales; pero es difícil dar crédito a tal idea a la luz de estas precisas directivas. Bien es cierto que, cuando el corazón está satisfecho con Cristo, puede no ser necesaria su aplicación; pero basta con echar el más ligero vistazo a las asambleas de Dios para advertir el humillante hecho de que ellas se hallan compuestas de inmensas multitudes cuyos corazones no están así satisfechos. Nada puede ser más triste que la escena que a menudo se presenta en la mesa del Señor. Cuando nos hallamos congregados de este modo por el poder del Espíritu Santo, es para manifestar la muerte del Señor hasta que él venga (1.ª Corintios 11:26). Y, seguramente, mientras le recordamos en su muerte, estamos también rememorando que por su cruz el mundo nos es crucificado a nosotros, y nosotros al mundo (Gálatas 4:14). Qué contradicción, pues, si alguien, olvidando el carácter judicial de la escena que estamos atravesando, apareciera allí con ostensibles trazas de Egipto sobre su persona. Y cuán penoso es para el Señor mismo ver a quienes profesan estar fuera del campamento llevando Su vituperio, lucir tantas señales exteriores de costumbres mundanas en el vestido y en los adornos, prueba de que, en la práctica, se está «vivo en el mundo», de que se está "viviendo según la carne", por más que, delante de Dios, uno esté "en Cristo", y «muerto en él» (Romanos 6:1-7; 8:5-13).

La Escritura no dice que seamos negligentes en cuanto al vestido, o aun al adorno; por el contrario, debemos prestar diligente atención al asunto, pero conforme a la Palabra de Dios. Ahora bien, San Pablo dice que las mujeres deben ataviarse con ropas modestas o decorosas, es decir, como bien podría vertirse el término, vestido «sobrio», «bien arreglado». Ha de estar en armonía con un "espíritu afable y apacible", de modo que haya congruencia entre el vestido y el carácter. Asimismo, se permiten los adornos; pero han de estar hechos, no de oro ni de perlas, sino de buenas obras, "como conviene a mujeres que profesan piedad". Todos los pasajes bíblicos que tratan este tema demandan la piadosa consideración de todas las mujeres cristianas; los resultados, seguramente, serán para la gloria del Señor mediante un testimonio exterior más acorde con el lugar de rechazo (en comunión con los padecimientos de Cristo) y de separación al que fuimos llamados por la gracia de nuestro Dios[21].»



Respecto de Jezabel, leemos: "Se pintó los ojos con antimonio, y atavió su cabeza, y se asomó a una ventana" (2.º Reyes 9:30).



La anti-iglesia, Babilonia la grande, la gran ramera, se halla en vías de formación. Ella vivirá —y en un sentido lo hace ahora— para atraer la atención sobre sí misma. Apocalipsis 17:4 dice: "Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas..."



Por de pronto, vistámonos para nuestro día de bodas (Apocalipsis 19). Juntemos los hilos que habrán de componer el vestido de bodas. Vistámonos con obras de justicia. El gran vestido estará compuesto de las acciones justas de los santos. El gran día de exhibición pronto habrá llegado. Si nos ataviamos con aros, aretes, brazaletes y collares, ¿no será ello una pérdida en aquel día?



"Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos" (Apocalipsis 19:8).



"...en el ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios" (1.ª Pedro 3:4).



Escasez de ropas



La época en que vivimos se caracteriza por el descaro con que, en los llamados «países cristianos», se procura llamar la atención, por todos los medios posibles, sobre el cuerpo de la mujer. Los medios publicitarios sacan ganancia del carácter atrayente de una figura femenina sugestiva o seductora, por lo general sin ninguna relación con el producto promocionado. Los publicistas saben muy bien cómo aprovecharse inescrupulosamente de la naturaleza del hombre exhibiendo aquello que despierta sus malos deseos. Así son los caminos del mundo y no podríamos esperar otra cosa de parte de él.



La Escritura, por otro lado, exhorta a la mujer cristiana a vestirse con pudor. Puesto que vivimos en un ambiente en el que impera la concupiscencia, debemos estar siempre en guardia contra el peligro de seguir el espíritu del mundo para gobernar nuestros caminos. El pudor es lo opuesto a aquello que llama la atención sobre el cuerpo de una manera sugestiva o seductora a través de ciertos estilos, ropas ajustadas al cuerpo y telas semitransparentes. Sin embargo, aun cubiertas con suficiente ropa, las mujeres pueden vestirse de un modo sugestivo, lo que también debe ser evitado.



Pero en nuestros días parece que los atrevidos estilos del vestir utilizan mayormente la «técnica de omisión». Diez años más tarde el caso puede ser otro, pero los principios que estamos cosiderando se aplican igualmente.



No estamos abogando por una apariencia «ridícula» simplemente como fin en sí misma; pero, si el vestirse para conformarse a las normas bíblicas de la modestia da por resultado que uno luzca ridículo, entonces ¡que así sea! ¡La declaración de que un cristiano nunca debe verse ridículo es completamente falsa! Algunos arguyen que las normas de modestia han cambiado de una generación a otra, y que cincuenta años atrás, por ejemplo, se hubiera considerado indecente usar la falda por encima de los tobillos. Contestamos a esto que los cristianos deben procurar no dar motivo para ofensas, y si la sociedad establece la norma de modestia aceptable en un nivel superior al que la Escritura requiere —es decir, superior al pudor— entonces la mujer cristiana bien puede acomodarse a tales normas, aunque, suponiendo que así lo haga, una cristiana ornamentada por un espíritu afable y apacible difícilmente sería una prisionera de la moda. ¡La gente ajustada a la moda está demasiado enamorada de sí misma! ¿Por qué estar a favor de una falsa «libertad» cuando su verdadero nombre es vanidad?

Por otro lado, cuando la sociedad acepta una norma de modestia —en realidad, deberíamos decir de inmodestia— que no se eleva a la altura de las normas bíblicas de la modestia, el hombre o la mujer cristiana tendrán que someterse a los requerimientos de la Escritura y soportar el reproche de parecer «ridículo». Para ilustrar lo que venimos diciendo, pensemos que si bien los estilos difieren de un país a otro, la mujer cristiana podría vestir con pudor en muchos de ellos, pero, por otro lado, a duras penas podría ir a una colonia nudista. ¿Acaso la misma extremidad de la ilustración no pone al descubierto la falacia del argumento de que una cristiana nunca debe aparecer ridícula? Hay otros lugares, además de las colonias nudistas, donde la figura del cuerpo femenino queda expuesta con el mayor descaro a las miradas de los hombres, aunque no esté totalmente desnuda, y, triste es decirlo, ¡hay cristianos que frecuentan esos ambientes!



Los cristianos debemos darnos cuenta de que el hombre está desechando toda restricción en todas las esferas de la vida, preparando la escena de este mundo para el tiempo en que Satanás habrá de ser adorado públicamente (Apocalipsis 13) y la iniquidad esté en su cenit. La caída del vestido no es más que una de las formas de iniquidad de las que el mundo es culpable en el presente. En el jardín del Edén, Dios cubrió al hombre, pero en los últimos tiempos de la actual

dispensación, mientras el hombre desecha las restricciones en todas las esferas, él derriba también ésta. El tiempo viene —quizás ya esté aquí— en que la mujer cristiana, por la necesidad de vestir decentemente para ser fiel al Señor, llamará la atención debido a su diferente manera de vestir. Una marcada diferencia entre el vestido de la mujer cristiana y el de la pagana puede llegar a tener que ponerse de relieve por los límites de la modestia y la sobriedad. La exhibición de las formas características del cuerpo femenino ante los ojos de los hombres —ya por el uso de ropas que no cubren lo suficiente, ya por el empleo de cierto tipo de ropas que marcan o acentúan la figura del cuerpo (sobre todo las partes estimulantes para los hombres)— no puede interpretarse como algo modesto simplemente porque las costumbres del mundo hayan cambiado, porque hoy día «no se ve mal». La guía para la mujer cristiana, ¿serán los dictados de unos pocos hombres en París y las demandas de las mujeres impías, o en cambio la Palabra de Dios?



Al escribir estas cosas, reconocemos los problemas que enfrentan las mujeres cristianas, particularmente las más jóvenes, para encontrar prendas de vestir adecuadas en las tiendas. Las comprendemos y sólo podemos alentarlas a buscar la ayuda del Señor y su guía cuando van de compras. Debería plantearse seriamente la necesidad, dadas las circunstancias, de aprender costura. Aquellas que puedan coser ropas, y estén ejercitadas en ello, podrían hallar así una forma de servir al Señor cosiendo para las demás. También algunas podrían adquirir prendas y modificarlas por mano de una costurera.



Algunas, es triste decirlo, se resisten a la instrucción sobre estos asuntos, y harían sentir sus opiniones aun hasta el punto de tratar de suprimir el ministerio sobre lo que Dios ha juzgado conveniente hablar en su Palabra al respecto. El enemigo ha sido bastante afortunado en su afán de hacer que aquellos que ministran la Palabra eviten casi toda mención de tales temas por el engaño de que hablar de ellos sería promover el legalismo. ¡Qué vergüenza que seamos tan ingenuos e ignorantes de los artificios de Satanás o, peor todavía, sencillamente obstinados al hacer caso omiso de los demás! Siervos de Cristo hablaron de estas cosas en el pasado. ¿Alguno los tildaría de legalistas por haber escrito claramente sobre estas cosas? Sí, ¡algunos hasta se han animado a decirlo![22]. Es un signo de decadencia que lo que otrora fue predicado y escrito sea corrientemente evitado y resistido porque hiere de cerca el alma, por decirlo así, en lo que respecta a nuestro andar, y particularmente cuando lo hacemos con el pretexto de evitar el «legalismo». ¿No deberíamos admitir más bien que nos amamos a nosotros mismos y que nos gustaría silenciar la voz de la conciencia? Así pensaron algunos tratar a Jeremías, cuando dijo cosas que ellos no querían escuchar: "...venid e hirámoslo de lengua, y no atendamos a ninguna de sus palabras" (Jeremías 18:18).



No estaría bien que nosotros ni ningún otro intentara establecer una regla que las mujeres cristianas siguiesen como guía para establecer el largo de sus faldas. Algunas faldas pueden llegar debajo de las rodillas mientras la persona está parada, pero, por el tipo de diseño, se trepan muy por encima de las rodillas cuando aquélla se sienta. Lo que debemos cultivar más bien es el espíritu de vestirse en el temor del Señor, para agradarle a él, y, si obramos así, no estaremos usando sutilezas acerca de centímetros arriba o centímetros abajo de las rodillas. La mujer que se viste para agradarle a Él tomará en consideración no sólo la apariencia cuando está de pie sino cuando está sentada también, y elegirá los estilos que le permitan sentarse delante del Señor, en la presencia de Sus adoradores y sacerdotes congregados, sin causarles distracción ni turbación. Si nuestro atavío nos expone a las miradas o causa turbación y distracción a nuestros hermanos —lo que de hecho ha sucedido—, ¡cómo debe desagradar al Señor, quien está en medio de nosotros!, pues Dios es "temible en la congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él" (Salmo 89:7).

Me acuerdo de un caso práctico relacionado con este asunto. Un hermano que frisaba los sesenta años estaba en la reunión habitual de los cristianos y me dijo que se sentó enfrente de una mujer tan mal cubierta que se sintió obligado a mover su asiento noventa grados. Algunas personas —las que están generalmente a favor de una vestimenta indecorosa— tal vez argüirán que ese hermano movió su asiento porque miró a la mujer con ojos concupiscentes —es decir, porque sus pensamientos eran malos, y no porque la mujer estuviera mal vestida—. En primer lugar, el Señor juzgará si es así. En segundo lugar, ¡él movió su asiento! En tercer lugar, tal objeción quizás revele un espíritu de indiferencia a lo que Dios dice acerca del vestido, y muestre que lo que se ama es la propia voluntad y no la de Dios. El Señor juzgará si es así. Vivimos en tiempos tristes, cuando los hombres pueden ver en público los muslos de las mujeres y aun su ropa interior.

Debemos confesar que hemos perdido el sentido de la presencia del Señor Jesús en medio de nosotros. ¿Podría alguna mujer con una conciencia activa, instruida por las Escrituras —por los pasajes que hemos estado considerando—, sentarse en la misma presencia del Señor con sus partes pudendas expuestas a Su penetrante mirada? Dios prohibe que se descubra la desnudez (Éxodo 20:26). El solo pensamiento de ello debe hacernos estremecer y arrepentir.



Quiera Dios ayudarnos, como esposos y padres, a explicar con claridad en nuestros hogares —a nuestras hijas, y quizás también a nuestras esposas— cómo es la sexualidad del varón. A Dios le ha placido hablar con sencillez sobre estas cosas en su Palabra. "Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo" (Salmo 103:14). ¡Qué bendición es apartarse de las ropas que excitan la codicia y de los caminos del presente mundo malo —aunque en nosotros, lamentablemente, hay siempre una inclinación hacia él— y hallar en la compañía de los santos de Dios —ya en privado, ya en público— el ornamento de un espíritu afable y apacible que es de grande estima delante de Dios! Quiera el Señor darnos gracia para considerar estas cosas con sencillez, en el santuario.





Los avestruces



A continuación presentamos un pensamiento de A.C.Brown:



«¿Ha pensado Ud. alguna vez cuán parecidas han venido a ser las mujeres modernas a los avestruces?

Sesenta años atrás visitamos la granja de avestruces de Cawston, al sur de Pasadena, donde vimos finos especímenes que habían sido capturados en el desierto de Nubia, en el noreste de Africa, a casi 20.000 km de distancia. Todavía tenemos las fotografías que fueron tomadas en aquella ocasión, en las que se ve al cuidador sobre una plataforma elevada, alimentando a un avestruz alto, de color anaranjado. Un pequeño gallo que yace a sus pies contrasta notablemente. Dos mujeres paradas que contemplan la escena llevan vestidos que se alargan hasta los tobillos, lo que constituye otro notable contraste con el avestruz de patas desnudas. Era divertido contemplarlo tragándose una naranja entera que descendía por su largo y delgado cuello. Los avestruces se tragan, además, todo lo que brilla, como las alhajas y hasta relojes. Son especialmente amigos de los dátiles. Su nombre en latín es strut-hio, concordante con sus patas y cuello largos. Ellos "andan con cuello erguido y con ojos desvergonzados" (Isaías 3:16). Sus plumas son, de hecho, su orgullo, pues les agrada exhibirlas, especialmente en tiempos de cortejo. Es entonces cuando "el ala el avestruz bate regocijadamente" (Job 39:13; Versión Moderna). Pocos se asombran de que los traductores de la Versión Autorizada inglesa de 1611 confundieran «avestruz» con «pavo real», cuya pareja Dios no creó para nada encantadora. Mas las alas del avestruz no son capaces de hacerlo volar ni de remontarse hacia el cielo. No puede decirse de ellos: "En vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave" (Proverbios 1:17). Aunque salvajes, son fáciles de atrapar: "Dios le ha privado de sabiduría" (Job 39:17), y los clasificó entre los animales inmundos y abominables (Levítico 11:13, 16). Son oriundos de los confines de la «tierra santa», en los desiertos de Siria y Arabia, y a veces se los encuentra dentro de los límites de Palestina.



De conformidad con el dicho inglés: «aves de una misma especie se juntan», los avestruces habitan, en grupos, lugares desolados para sus guaridas. Cuando se los persigue, corren en círculos como lo hace a menudo la gente que está perdida. No tienen inconveniente en asociarse con las cebras. Es embarazoso contemplar sus llamativos muslos desnudos color carne. Fue dicho a la lujuriosa Babilonia: "descalza los pies, descubre las piernas... será tu vergüenza descubierta, y tu deshonra será vista" (Isaías 47:2-3).



Porque Dios es santo, los hijos de Aarón, cuando venían a la presencia de Dios, debían vestir "calzoncillos de lino para cubrir su desnudez; serán desde los lomos hasta los muslos" (Éxodo 28:41-43). Ahora, en esta era cristiana, el sacerdocio de todos los creyentes incluye tanto a los hombres como a las mujeres. ¿Deben las mujeres cristianas estar menos vestidas? "Las ancianas... enseñen a las mujeres jóvenes a ser... prudentes, castas" (Tito 2:3-5). "Oíd, pues, oh mujeres, palabra de Jehová, y vuestro oído reciba la palabra de su boca: Enseñad endechas a vuestras hijas, y lamentación..." (Jeremías 9:20).



Al hablar al pueblo más privilegiado de la tierra que se reunía en el centro de Dios, Jeremías escribe: "La hija de mi pueblo es... como los avestruces" (Lamentaciones 4:3).



"Que las mujeres se atavíen de ropa decorosa... como corresponde a mujeres que profesan piedad" (1.ª Timoteo 2:9- 10).



"No os conforméis a este siglo" (Romanos 12:2). "No seguirás a los muchos para hacer mal" (Éxodo 23:2).



"No vestirá la mujer traje de hombre" (Deuteronomio 22:5).



Repugnantes pelucas, ojos coloreados y uñas pintadas como las garras de los pájaros. Toda esa vanidad mundanal, encanto e inclinación terrenal, constituye una negación de nuestro llamamiento celestial y mucha deshonra para el Señor. Algunos "gimen y claman por todas las abominaciones" (Ezequiel 9:4). El alma de Lot se afligía por las inmundicias que veía (2.ª Pedro 2:7-8). Semejantes cosas lamentables deben ser censuradas, pero muchísimos reclaman: "Decidnos cosas halagüeñas" (Isaías 30:10).



La piedad es rara, pero hermosa en aquellos que "adornan la doctrina" (Tito 2:10) venciendo estas tendencias mundanas. "Ellos no reciben la gracia de Dios en vano" (2.ª Corintios 6:1).



"Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca... para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez... Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete" (Apocalipsis 3:16-19).



Por lo inútil que parece decirles algo a aquellas mujeres que son «puras piernas y nada de conciencia», que se glorían en su vergüenza, un hermano escribió: «Es como un gallito tratando de luchar ¡contra un avestruz!». Otro hermano sugirió que escribamos unas palabras acerca de «los avestruces». Y otro agradable hermano escribió: «¡Es triste ver a parte de nuestros jóvenes tan ansiosos por echar mano de las modas vulgares de este mundo en directa desobediencia a la Palabra de Dios!» ¡Qué vergonzoso testimonio de nuestra condición espiritual tan lamentablemente baja es todo esto que está ante nuestros ojos! La verdad no duele, si nuestra conciencia es limpia ante Dios. "Me pongo en pie en medio de la asamblea, y clamo por auxilio. He venido a ser... compañero de los avestruces" (Job 30:28-29; VM).»



La función del espejo



Estamos ahora listos para aprender el uso apropiado del espejo. Su uso sirve para determinar si es que reflejamos o no las direcciones dadas en la Palabra de Dios atinentes al hombre exterior. Vemos este asunto expresado justamente así en Éxodo 38:8, donde las mujeres entregaron sus espejos de cobre[23]pulido para la construcción de la fuente del tabernáculo. La fuente contenía el agua —figura de la Palabra de Dios— con la cual los sacerdotes lavaban sus manos y pies antes de entrar en el Lugar Santo. Los espejos de las mujeres estuvieron al servicio de la Palabra de Dios. Reconozcamos, pues, que la función de los espejos es

mostrarnos si estamos obedeciendo la Palabra.



Una de las cosas que impresionaron a la reina de Sabá fueron las vestiduras de los siervos de Salomón (1.º Reyes 10:5). Sin duda que semejante vestimenta sería inapropiada actualmente, pero el asunto es que tales vestiduras fueron ordenadas por Salomón y le convenían conforme a su dignidad. Ellas reflejaban su grandeza. Ahora bien, uno mayor que Salomón ha venido y nos ha indicado qué es lo que le conviene, acorde con Su dignidad. En lugar de usar el espejo para acicalar nuestra vanidad, usémoslo para servir a la Palabra de Dios. Es preciso recordar también nuestro deber de instruir a nuestras hijas en el camino que deben andar. Padres indulgentes a menudo no controlan el natural despliegue de la vanidad en sus niñitas mientras ellas giran de aquí para allá frente al espejo, admirándose y emperifollándose, derrochando su tiempo en una vana ocupación consigo mismas. La vanidad en el adulto a menudo comenzó en la vanidad cuando pequeño. Enseñemos a las pequeñas que el espejo debe servir a la Palabra de Dios.



La ropa del hombre en la mujer





En Deuteronomio 22:5 leemos: "No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace."



Dios dividió a la humanidad en dos: varón y mujer. El cristiano que actúa como tal, reconoce y mantiene esta distinción. ¿No es de esperar que esta distinción mengüe a medida que el mal progresa? El hombre está desechando toda restricción y socavando todas las instituciones divinas. Precisamente hoy, muchos hombres parecen haber venido a ser como mujeres y muchas mujeres parecen haber venido a ser masculinas en su apariencia. Tenemos un pensamiento del Señor en Deuteronomio 22:5. El tipo de ropa usada debe corresponder a la conducta que hemos estado considerando en este escrito. El vestido es parte de la conducta de uno; de modo que, debemos ser lo que Dios nos ha hecho, tanto en nuestra conducta como en nuestra apariencia. Mantener una conveniente distinción entre el hombre y la mujer no es meramente un asunto perteneciente a la ley de Moisés, sino un reconocimiento del orden de la creación: "Varón y hembra los creó."






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EL MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN DE LA MUJER





A una mujer cristiana que desee honrar realmente todo lo que la Palabra de Dios dice acerca de la relación entre el hombre y la mujer, no debe sorprenderle que mujeres cristianas profesantes hayan participado en el «movimiento de liberación de la mujer». Tampoco debe ser una sorpresa si en la cristiandad las mujeres han sido objeto de abuso. ¿Acaso los hombres cristianos no han abusado los unos de los otros también? Mas el tema de los abusos podría llenar bibliotecas.

Considere el abuso mencionado en Santiago 5:1-6. ¿Cuál es la solución divina para esto? ¿Los gremios de obreros, como algunos cristianos lo piensan? No. ¿Pero acaso los gremios de obreros no han corregido abusos de los patronos? Sí, por cierto. ¿Y acaso los patronos no se han desquitado de los abusos de los gremios de obreros? Sí, por cierto. Y ¿qué es lo que todo esto dice al cristiano? Ciertamente, que el hombre es corrupto y violento. Nosotros somos la sal de la tierra, el elemento que preserva de la corrupción. Nuestra presencia es la razón por la cual el juicio no ha caído aún. El mundo (y sus uniones) nos deben más de lo que creen.



Es cierto que hay abusos, graves abusos de toda clase en este mundo maligno, abusos que le hacen llorar a uno. Hace más de cien años, G. V. Wigram decía que si no fuera por la encarnación del Hijo de Dios, ¡se avergonzaría de ser hombre! ¡Amén! La respuesta, amado seguidor del abusado Señor Jesús —quien, cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente (1.ª Pedro 2:23)— es tener paciencia hasta la venida del Señor (Santiago 5:7-8). Quizás aun un sentimiento justo en nosotros parecería un desenfreno contra la injusticia. "Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado" (Proverbios 18:10). Apoye su alma, querido probado, en la soberanía de nuestro Dios Salvador y recuerde que Ud. es un vaso de misericordia preparado de antemano para gloria (Romanos 9:23), pero dejado en este mundo para manifestar las excelencias y perfecciones de Cristo (2.ª Pedro 2:9). El mundo se mofará; y los cristianos asimismo pueden despreciar, pero Dios valora en gran manera un espíritu afable y apacible.



No entraré en la cuestión de si el movimiento de liberación de la mujer ha removido o no algunas injusticias. No hay ninguna necesidad de negarlo. Nuestro tema es la dirección de la Palabra de Dios respecto de la conducta de la mujer; y consideraremos ahora algunos esfuerzos para hacer a un lado la Palabra de verdad.



Con respecto a los corintios, W. Kelly señaló:



«Ellos, en Corinto, parecen haber razonado de una manera trivial, de que porque una mujer posea un don de igual modo que un hombre, ella es libre de usar ese don de la misma manera que un hombre. Esto, en principio, es erróneo; porque, después de todo, una mujer no es un hombre, ni tampoco se le asemeja oficialmente, digan lo que les plazca. El apóstol destruye todo el fundamento del argumento catalogándolo como falso; y nosotros nunca debemos prestar oídos a razonamientos que desbaraten lo que Dios ha ordenado. La naturaleza debiera haberles enseñado mejor las cosas. Pero el apóstol no se detiene en esto; se trataba de un reproche vergonzoso y embarazoso que aludía a su descuido de propiedad natural[24].»





Son muchos los que parecen tener una conciencia tan endurecida que no son capaces de advertir el embarazoso reproche del apóstol.



En el número correspondiente al 2 de febrero de 1973 de la revista Christianity Today (La cristiandad de hoy), págs. 10-15, nos dice una mujer qué principios deberíamos aprender de las primeras feministas. Éstas no querían que sus luces fuesen sofocadas por un «almud» llamado «el lugar de la mujer» (pág. 15). ¿No suena eso pío? Ellas se resentían al decírseles que la influencia de la mujer debía ser recatada y privada. Es bueno que la insubordinación de la voluntad contra la Palabra de Dios sea declarada con franqueza. Una vez estaba en una reunión de oración y tres mujeres, desconocidas para la mayoría de nosotros, entraron y oraron en voz alta. Terminada la reunión les dije: «Vosotras creéis todos los versículos de la Biblia excepto uno.» «¡Sí —respondió en seguida una de ellas— todos excepto uno!». Por lo menos había honestidad en esta confesión. El otro proceder es tratar de encubrir la insubordinación contra la voluntad de Dios mediante diversos razonamientos sofísticos y torciendo la Palabra de Dios. Consideraremos algunos argumentos que intentan torcer las Escrituras. Los tomaré en el orden en que aparecen en el mencionado artículo. Comprendemos perfectamente que las «cristianas feministas»[25] han hallado hipocresía y un interés estrictamente personal en las declaraciones y conducción de los hombres. No trataremos eso aquí, sino lo que "dice el Señor" en relación con nuestro tema.



1. Una «cristiana feminista» afirmaba que Génesis 2:18 podía ser traducido «una ayudante igual a él». Dios también es nuestro ayudante —alegaba— y ello no implica servicio subordinado.



Yo creo que el problema radica en la voluntad de la cristiana feminista y no en la traducción. La palabra «ayudante» no sirve de ayuda. Dios es «ayudante» (véase Salmo 30:10; 53:4; Hebreos 13:6) y nosotros somos servidores bajo Su autoridad, pero esto no nos sirve de ayuda para entender Génesis 2; es irrelevante. Si Eva fue creada como ayudadora para Adán, se sigue que ella no fue creada para tener «vida independiente». Estas «cristianas feministas» hacen de Génesis 2 —así como de otros pasajes de las Escrituras— una burla. Adán y Eva son un tipo de Cristo y de la iglesia. ¿Qué relación guarda la iglesia con respecto a Cristo (Efesios 5:23-24)? Eva es llamada «varona», porque fue tomada del varón (Génesis 2:23). ¿Qué significado tiene esto? Eva pecó primero, pero la raza humana cayó en Adán (1.ª Corintios 15:22). ¿A qué se debe esto? La respuesta a estas preguntas es obvia para aquellos que no están aferrados a su propia voluntad en estas cosas.



2. Se dijo: ¿Cómo podría un argumento típicamente rabínico tal como 1.ª Timoteo 2:11-15 insistir en que la mujer se someta por haber sido creada después?

Llamemos a esto por su verdadero nombre: infidelidad; incredulidad. ¿Acaso 1.ª Timoteo 2:11-15 es un argumento de tipo rabínico o las palabras inspiradas de Dios (2.ª Timoteo 3:16)? ¡Que todo corazón fiel a Cristo juzgue este menosprecio con que se trata la inspiración! Se puede deducir también que el pasaje fue bien comprendido, ¡pero no querido! Una «cristiana feminista» arguyó que la Escritura y la Ciencia señalan una escala ascendente en la creación. En esta escala, las formas superiores fueron creadas después, y por eso el argumento se podría dar vuelta de modo que los hombres debieran obedecer a las mujeres. La autora añade todavía que Adán vino después de los animales. Pero la Escritura no dice que Eva fue creada última, sino que Adán fue formado primero. La palabra «primero», en 2.ª Timoteo, nos dice que tanto el hombre como la mujer estuvieron en una relación moral con Dios que los animales no compartieron, y esa prioridad de la creación en relación con esta pareja significó que el primero en ser formado fue cabeza. En cuanto al orden de la creación, los ángeles fueron creados primero y ellos son superiores al hombre (Salmo 8:5). Mas no nos detendremos en esto. Estamos satisfechos con las palabras enseñadas por el Espíritu Santo (1.ª Corintios 2:13): "Esposas, obedeced a vuestros maridos" (Efesios 5:23). Si las «cristianas feministas» no quieren hacer esto, que sean lo suficientemente honestas como para no tergiversar las afirmaciones de la Escritura y decir sola y sinceramente que no obedecerán lo que Dios ha dicho. Lamentablemente, algunos parecen preferir el proceder del que se acercó primero a la mujer: "¿Con que Dios os ha dicho?" (Génesis 3:16). (Este versículo, mencionado en este artículo, se discute en la pág. 6 de la presente obra). En relación con esto, se ha esgrimido la siguiente objeción en contra de 1.ª Corintios 11, a saber, que hacer a la mujer dependiente del hombre es algo erróneo en vista de que ello sería apoyarse en el brazo de la carne en vez de hacerlo en el Señor. Este argumento sólo pone de manifiesto que el apoyo se busca en el brazo de "la mentalidad de la carne" que es la que busca imponerse (Romanos 8:7; versión inglesa de JND). Es una completa desobediencia a Dios, que se ve agravada al disfrazarse de piedad. Estas «cristianas feministas», claro está, no son hijas de Sara, pues ella "obedecía a Abraham llamándole señor" (1.ª Pedro 3:6).



En 1.ª Corintios 11:3 se advierte una ordenada corriente de autoridad:



Dios dice: La «cristiana feminista» dice:



Dios Dios

↓ ↓

Cristo Cristo

↓ Λ

El hombre El hombre La mujer



La mujer





Se ve, pues, que la jerarquía establecida por Dios sigue un orden claro y definido.

Dios dice que la mujer debe tener la señal de autoridad sobre la cabeza. Éste es el mandamiento del Señor para todas las cristianas (1.ª Corintios 14:37).



El conocido texto de Gálatas 3:28 es tomado por las «cristianas feministas» como principal apoyo de su posición, pero también es una prueba de cómo tuercen las Escrituras.



Las «cristianas feministas» hablan de derechos humanos en contraste con los derechos del hombre o de la mujer, aduciendo que "en Cristo no hay ni varón ni mujer". Sin embargo, tal argumentación choca contra Génesis 2:18; 1.ª Corintios 11:2-16; Efesios 5:22-23, 33; 1.ª Timoteo 2:12-14 y 1.ª Pedro 3:4-5. Además, ya que en Cristo no hay varón ni mujer, ¿por qué se habla de derechos humanos en relación con este versículo? Mas para que se advierta bien el mal uso real de este versículo, notemos que si seguimos este falso razonamiento en las cosas divinas —según el cual las relaciones naturales son abrogadas por aquellos que están en Cristo Jesús— se podría también dar lugar a que un hijo cristiano dedujera asimismo que él puede abrogar el precepto que reza: "Hijos obedeced a vuestros padres en el Señor" (Efesios 6:1) valiéndose de Gálatas 3:28 para aducir: «Yo no sé nada de derechos paternos, sólo sé de derechos humanos, pues en Cristo no hay padres ni hijos.» ¿Acaso ese hijo no sería tildado justamente de rebelde e insubordinado? ¿No cabe aquí la aplicación de 1.º Samuel 15:22-23?



Los argumentos sofísticos que confieren a semejante desobediencia una apariencia de piedad sólo hacen que el pecado resulte más abominable. Todo esto contribuye a la pauta de incrementar la iniquidad que está llevando a la manifestación del inicuo (2.ª Tesalonicenses 2). El hecho de valerse de lo que Dios nos ha constituido en la nueva creación en Cristo (2.ª Corintios 5:17) en contra del orden establecido por Dios en el mundo, no es otra cosa que abusar de la gracia de Dios. El verdadero cristiano ocupa su mente con los derechos de Dios a fin de obedecer su Palabra. Mis amadas hermanas en Cristo, la obediencia a la voluntad de Dios fue la comida y la senda de nuestro Amado, el Señor Jesús, y ésta es la única senda para sus seguidores (Juan 4:34; Hebreos 12:2).



El lector notará que la tendencia directa de este movimiento es socavar la inspiración de las Escrituras y hacer de la mente del hombre el juez de lo que debe ser. Por eso se oyen frases tales como: «Pablo era un solterón», «Pablo era misógino», y objeciones basadas en «pautas culturales» y el argumento «histórico-cultural».



3. El tercer principio presentado utiliza el argumento «histórico-cultural». Se alega que el acto de cubrir las cabezas y el de guardar silencio en la iglesia tenía por objeto no ofender ciertas pautas culturales. ¡Pasajes sueltos de la Biblia no tenían el propósito de ser válidos en el mundo moderno! A ello respondemos que acaso los apóstoles no tendrían que haber insistido sobre abstenerse de fornicación a fin de no ofender a los devotos del culto de Diana de los efesios ni las sensualidades de los corintios. La pauta cultural dentro de la cual se hallaba inserto el cristianismo la encontramos descripta en Romanos 1 y 2. El cristianismo ofende esa pauta desde todo punto de vista. El argumento histórico-cultural es un sofisma eufemístico a menudo empleado para evadir la sujeción a la Palabra de Dios. 1.ª Corintios 1:1-2 es suficiente para todo corazón sumiso que invoca el nombre del Señor. Véase también 1.ª Corintios 14:37, el que declara que todo aquel que aduce como razón el argumento histórico-cultural para evadirse de estos pasajes de la Escritura, no constituye una persona espiritual.



El esposo es cabeza de la esposa así como Cristo es cabeza de la Asamblea (Efesios 5:23). ¿Es eso meramente una pauta cultural? "Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo" (Efesios 5:24). Cuando el inspirado apóstol dijo que las mujeres deben estar sujetas, señaló que la ley también lo decía (1.ª Corintios 14:34). El lugar de la mujer no tiene nada que ver con pautas culturales, ni tampoco el cambio de dispensación modifica esta relación con respecto al hombre, de la cual el cubrimiento de la cabeza es el reconocimiento exterior.



Pablo dijo que el hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta afrenta su cabeza (1.ª Corintios 11:4). ¿Se trataba esto de un asunto meramente cultural? «Entre los griegos, los sacerdotes oficiaban el culto con sus cabezas descubiertas; los romanos, con la cabeza velada; los judíos (al menos poco después de la época apostólica) también llevaban el kipá o cubierta para la cabeza en sus servicios públicos.»[26] ¿Piensa Ud. que el apóstol enseñó a los creyentes de forma diferente dependiendo de donde vivieran? Lea 1.ª Corintios 1:2; 4:17; 11:16. Pablo enseñó lo mismo en todas partes e independientemente de las costumbres culturales. Su enseñanza no fue condicionada por pautas culturales de manera tal que prescindamos de todo lo que no nos guste sobre la base de este razonamiento. Ello no es otra cosa que la búsqueda de un justificativo racional en las cosas atinentes a Dios de parte de la voluntad propia.



4. El cuarto argumento afirma que la mujer desempeñaba ministerios y cargos públicos en la iglesia y en el ámbito del Gobierno. Pero esto se trata sólo de una suposición, mientras que el hecho cierto queda por ser demostrado; es decir, falta probar que el lugar de preeminencia que quieren las «cristianas feministas» se encuentre también en las Escrituras. Algunos, pues, sostienen que esa prominente posición se halla en las Escrituras, y otros —a la vez que reconocen las prohibiciones contra aquélla— alegan que las prohibiciones apostólicas estuvieron condicionadas por las costumbres culturales de la época.



Hay quienes quieren que las mujeres hablen "en la congregación". La Escritura dice: "Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas[27], como también la ley lo dice" (1.ª Corintios 14:34). La ingenuidad humana ha procurado múltiples medios para invalidar este pasaje de la Escritura. Una de esas estratagemas pretende dar por sentado que 1.ª Corintios 11:5 se refiere a la asamblea. Luego, para eliminar 1.ª Corintios 14:34 se alega que la expresión "no les es permitido hablar" significa "no enseñar" (1.ª Timoteo 2:11), y así se concluye que la mujer puede profetizar en la asamblea.



1.ª Corintios 11:1-16 refiere los lugares relativos del varón y de la mujer como tales. No trata acerca de si una mujer debe o no profetizar en la asamblea —aunque naturalmente los lugares relativos del varón y de la mujer tienen seguramente una influencia en los asuntos de la asamblea, como en todos las demás cosas—. Así, pues, las directivas de 1.ª Corintios 11 atinentes a la primacía y al cubrimiento de la cabeza afectan directamente la forma en que una mujer aparece en la asamblea, del mismo modo que encuentran aplicación en todo lugar adonde vaya la mujer.



La Palabra dice: "Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar..." (1.ª Timoteo 2:8).



"Todo lugar" no se aplica a las mujeres en lo que respecta a orar (y profetizar) en todo lugar (particularmente en el ámbito público), sino a la conducta de la mujer acerca de la cual habla 2.ª Timoteo 2. Las mujeres deben aparecer con esos caracteres de modestia en todo lugar.



El acto de profetizar es audible solamente; la oración, en cambio, puede o no hacerse en silencio. 1.ª Corintios 11 dice que cuando una mujer ora o profetiza, ha de estar cubierta. La mujer también ora en la asamblea, pero en silencio, y debe cubrirse. En 1.ª Corintios 14 —pasaje que habla especialmente de la asamblea—, el Espíritu Santo agrega que la mujer debe permanecer en silencio allí; no debe hablar en la asamblea y, por lo tanto, no debe profetizar allí. Así, pues, la mujer debe estar cubierta en todas esas ocasiones, tanto en privado como en las asambleas públicas, con el agregado de que no ha de hablar en la asamblea.



Respecto a los lugares en que deben aplicarse las normas de 1.ª Corintios 11:1-13, se ha dicho:



«No hay ninguna dificultad real en las Escrituras si se tiene en cuenta que estas pautas no fueron fijadas para la asamblea ni para las hermanas cuando se reúnen con los santos, sino para su guía e instrucción privadas. Esto es cierto por dos razones: Primero, que recién en el versículo 17 el apóstol comienza a tratar acerca del orden y la conducta de la Asamblea; y segundo, que en esta misma epístola él manda que las mujeres estén en silencio "en las iglesias" (compárese 1.ª Timoteo 2:12). Está claro, pues, que lo prescripto se refiere a orar o profetizar en privado, o en sus hogares, o en otros lugares más que en las asambleas públicas.»[28]



La razón por la cual algunas autoras «feministas cristianas», así como autores varones que las apoyan, alegan que 1.ª Corintios 11:5 se refiere a lo que tiene lugar en la asamblea es porque insisten en importar la noción de que la mujer bien puede profetizar en la asamblea. Ellos, pues, esgrimen este pasaje como pretendida prueba. Como paso siguiente proceden a invalidar la prohibición en contra de que las mujeres hablen en la asamblea (1.ª Corintios 14:34) alegando que esta prohibición sólo se refiere a enseñar (1.ª Timoteo 2:12) y no a profetizar[30].



Las hijas de Felipe profetizaban (Hechos 21:9), pero de seguro que no en la asamblea (1.ª Corintios 14:34); y tenemos la certeza de que cubrían sus cabezas cuando lo hacían (1.ª Corintios 11), reconociendo su lugar de sujeción.



Priscila estaba asociada a su esposo (Hechos 18:26; Romanos 16:3).



La naturaleza del servicio de Febe no se especifica y no hay ninguna razón para suponer que éste no estaba en armonía con las Escrituras que hemos estado considerando.



El servicio de Ana sí se especifica; consistía en "ayunos y oraciones noche y día" (Lucas 2:37).



La mujer del pozo de Sicar no fue «enviada a declarar» como alega el cántico, si bien fue y testificó acerca de un Hombre que le había dicho todo cuanto ella había hecho. ¡No encontramos justificación para el desempeño de cargos «públicos» en la iglesia y en el Gobierno civil por parte de mujeres cristianas!



Si nos volvemos al Antiguo Testamento, notamos que María se volvió leprosa cuando se apartó de su lugar (Números 12:10). Cuando las mujeres cobraron prominencia en israel, ello indicó un bajo estado espiritual del pueblo. Por eso Débora increpó a Barac de que el honor de la victoria recayese en una mujer. Ella advirtió que ello era indecoroso; en cambio, para las «feministas cristianas» parece que no lo fuera. No parece que Hulda haya andado por todas partes como lo hizo Samuel, sino que las personas venían y la consultaban (2.º Reyes 22:14).



Estas mujeres en realidad difícilmente reunirían los requisitos para ser miembros del «movimiento de liberación de la mujer». Por el contrario, la Escritura habla de su "...espíritu afable y apacible que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres, que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor..." (1.ª Pedro 3:4-5). Ésta es la inspirada alabanza de estas mujeres. ¿Es ésta la opinión de las «feministas cristianas»?



Además de estas mujeres que estuvieron sujetas a sus maridos, pensamos en varias otras mujeres piadosas que fueron omitidas en la lista anterior. Piense Ud. en aquella mujer de lo más estimable, María de Betania. ¡Cómo se deleita y se reconforta el corazón de uno al ver cómo ésta encontró su gozo a los pies del Señor Jesús! ¡Quiera Dios que todo hombre y mujer la imiten! El secreto e intimidad del Señor fueron así compartidos con ella. Ésa fue la consecuencia moral del lugar que ella asumió. ¿Quién más le ungió para Su entierro? ¿Quién más entendió Sus dichos en relación con la muerte y resurrección? ¡Ella no le buscó en el sepulcro! No puedo concebir que la posición de María de Betania a los pies del Señor Jesús tenga algún atractivo para las «feministas cristianas», quienes —como hemos visto anteriormente— desprecian las partes de la Escritura que no les placen. No cabe duda de que María de Betania es una de aquellas "postreras" que serán "primeras", cuando Dios invierta el orden de los pensamientos del hombre. Hay verdades y orden de carácter moral en los caminos de Dios que son inalterables y que trascienden todas las dispensaciones. El que se humilla será exaltado, y el que se exalta será humillado. Nuestro Señor Jesucristo es el gran ejemplo de la humillación y exaltación, y está moralmente bien que así sea.



Dorcas es otra mujer que prestó un honorable servicio a Dios (Hechos 9:36). Las personas ansiosas por «desarrollar todas sus potencialidades» generalmente terminan realizando los deseos de la mente carnal (Efesios 2:3). A ellas todo les parece bien, les agrada, lo disfrutan y asocian el nombre de Cristo a lo deseado, cuando en realidad es algo contrario a la Palabra de Dios. Tales personas buscan salirse con la suya, es decir, buscan satisfacer su propia voluntad.

Hay una mujer más que debe servir como ejemplo piadoso, mujer cuyo recuerdo es una bendición. Se trata de Ana. Ella se sometió a la voluntad de Dios en lo referente a su lugar en el orden divino. Asimismo advirtió el progreso del mal en los mismos hijos de Elí que estaban en Silo. Sabía que no le correspondía tomar ninguna iniciativa al respecto, pero sintió profundamente el insulto que ello implicaba para Jehová. ¿Qué podía hacer? Derramó el deseo de su alma ante Jehová al pedirle un hijo varón y, una vez que le fue concedido, lo entregó a Jehová en el menor tiempo posible justo donde residía el mal. Y Dios utilizó a Samuel poderosamente. En un día venidero todo esto se verá que es para alabanza de ella. ¡Muchos serán postreros y muchos serán primeros!



5. El quinto punto propone la idea de que nuestro Señor trató a sus seguidores —hombres y mujeres— de igual manera. Esto es manifiestamente falso. Hombres y mujeres, delante de Dios, son, desde luego, moralmente iguales, pero no lo son posicionalmente. El Señor no envió mujeres predicadoras (no obstante el mensaje de María Magdalena), ni eligió a una mujer apóstol. Esto, naturalmente, es consecuente con las directivas que el Señor impartió por su Espíritu en 1.ª Corintios 11; 14; 1.ª Timoteo 2, etc. Y las órdenes impartidas por intermedio de Pablo excluyeron a las mujeres de la supervisión en la asamblea de Dios (1.ª Timoteo 3; Tito 1). La predicación, la enseñanza y el gobierno no forman parte de la esfera de actividad que Dios le designó a la mujer.



6. El sexto punto se refiere a que el hombre y la mujer son parte integrante de la humanidad. A las feministas les cuesta creer que «un Dios de amor» haya creado esferas de actividad separadas: la doméstica para las mujeres y el mundo en toda su extensión para los hombres. Algunas personas se asombran también de que «un Dios de amor» sea capaz de echar en el infierno para siempre a alguna de sus criaturas. Otros quizás se sorprendan de que «un Dios de amor» haya limitado el embarazo a la población femenina, o de que haya multiplicado los dolores de parto únicamente a las mujeres (Génesis 3:16).



De hecho, pues, que ambas categorías existen. La verdad es que los hombres y las mujeres tienen alguna participación en ambas esferas; pero la Palabra de Dios muestra claramente que el hombre tiene un rol predominante en la totalidad del mundo, y que él es cabeza también de la esfera doméstica.



Con respecto a la idea de desarrollar plenamente las capacidades o potencialidades de uno para gloria de Dios, cuidémonos de procurar satisfacer lo que en realidad es el deseo de la mente (Efesios 2:3), «santificado» bajo la capa de «cristianismo». Desarrollar los «talentos» es algo que se agita engañosamente en la cristiandad. Las capacidades intrínsecas del Señor Jesús eran infinitas; sin embargo, fue un carpintero (Marcos 6:3). Si la idea de «desarrollar todas las capacidades de uno» perteneciese al cristianismo y no al humanismo, se seguiría que nuestro Señor no dio un buen ejemplo de ella. Sin embargo, él siempre hizo las cosas que agradaban al Padre (Juan 8:29). Algunos cristianos también mancillan al Señor creyendo, implícita o explícitamente, que obedece a un llamamiento superior trabajar con las personas más bien que trabajar con cosas. Sin embargo, el Hijo de Dios nunca fue más o menos agradable al Padre cuando predicaba la Palabra que durante el tiempo en que fue un carpintero hasta cerca de los 30 años de edad. Nuestro móvil debe ser Cristo, no el «desarrollo de las plenas potencialidades»; Cristo, no el «desarrollo de los talentos»; Cristo, no la «carne santificada», asignándole el nombre de servicio cristiano. No tengo ninguna objeción que formular a la capacidad y al conocimiento como tales, empleados de un modo santo para la gloria de Dios, sino simplemente a las ideas antes observadas. Antes bien, aprendamos acerca de la belleza de la santidad y del ornato de un espíritu afable y apacible.



Una vez que nos sometemos a la Palabra de Dios, y que empleamos la mente de Cristo (1.ª Corintios 2:16) en lugar de nuestros pensamientos —a los que Dios considera como vanidad (Salmo 94:11; Isaías 65:2)— vemos que las cosas de la Escritura que nos parecían inexplicables, armonizan. Consideremos dos ejemplos:



1. María Magdalena fue la primera en ver al Cristo resucitado y a ella le es dado un mensaje para los hermanos de Cristo (Juan 20:17). Pero no hay ninguna mención de ella en la lista de testigos de la resurrección en 1.ª Corintios 15. Esto es así porque el lugar de la mujer no es la esfera pública, y la prueba pública de la resurrección presentada por Pablo no la tiene en cuenta a ella como quien ha visto al Señor.



2. Eva pecó antes que Adán, pero la Escritura dice que el pecado entró al mundo por medio de un hombre. Esto es así porque Adán era la cabeza de todo, incluyendo a Eva. Si Eva hubiese sido la cabeza, el pecado habría entrado al mundo por una mujer. Pero ella ni es la cabeza ni es posicionalmente igual a Adán. El pecado entró en el mundo —sobre el que Adán había sido designado cabeza— en relación con el pecado de la cabeza, aunque Eva haya pecado primero.



Esto no significa que si bien el hecho de que una mujer actúe en público sea un desorden, Dios no utilice soberanamente a las mujeres que así actúen. Ahora bien, ¿qué prueba ese uso que Dios hace de esas mujeres? Dios utilizó el asna de Balaam para reprender a Balaam. ¿Qué prueba eso respecto a la conducta de un cristiano al reprender a alguien? Nosotros somos criaturas y nuestro lugar es obedecer.



Dios es soberano y puede salvar almas por medio de una mujer predicadora (la cual está fuera del lugar que Dios le asignó), a la vez que puede salvar a muy pocas personas por medio de un hombre que trabaja en el Evangelio. Recordemos lo que está escrito en Marcos 10:32. Muchos serán postreros y muchos serán primeros. Puede que haya un hombre que trabaje en el Evangelio y que se halle vinculado con aquellos a quienes condena el texto de 2.ª Juan 9-10 y, con todo, muchos podrían ser salvos. Por otro lado, una hermana puede encomendar silenciosa y sosegadamente almas a Cristo y pocas ser salvas. Recordemos siempre Marcos 10:32. La obediencia es mejor que los sacrificios (1.º Samuel 15:22). Dios dijo: "Yo honraré a los que me honran" (1.º Samuel 2:30). Toda esta voluntaria desobediencia y torcimiento de las Escrituras surge del deseo de tener un lugar y un honor ahora. Todo esto está motivado por un espíritu de infidelidad e insubordinación a Dios.



La mala costumbre de Corinto y la universalidad de la Epístola



"Si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios" (1.ª Corintios 11:16).



Pablo, por el Espíritu, dice que tanto él como aquellos ministros de Cristo asociados con él, no tenían la costumbre de los corintios, que trastrocaba el orden divino para el hombre y la mujer. También declaró que las asambleas no tenían la costumbre corintia. Vale decir, que las asambleas de todo lugar y cultura no admitían la costumbre corintia. Es evidente que el apóstol enseñó el verdadero orden en todas partes. Pablo dirigió la epístola a los corintios junto "con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo" (1.ª Corintios 1:2).



Así, pues, él no sólo les había dicho desde el principio que lo que habría de escribir era de aplicación universal, sino que también les dijo que enseñaba de la misma manera "en todas partes y en todas las iglesias" (1.ª Corintios 4:17), y no según la cultura de cada país. Las enseñanzas de Pablo no estuvieron condicionadas a ninguna cultura. El versículo 16 afirma que son los contenciosos los que quieren la costumbre corintia.





EL CARÁCTER PRÁCTICO DE LA OBEDIENCIA DE LA MUJER CRISTIANA



Sujeción y reverencia



Hemos considerado el significado de 1.ª Pedro 3:3-4 y analizaremos ahora 1.ª Pedro 3:1-6. El versículo 1 dice: "Mujeres, estad sujetas a vuestros maridos." Esto no está destinado a una ocasión en particular, o cuando el gusto o el juicio de la esposa coincida por casualidad con el del esposo. Debe ser un estado habitual. "Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo" (Efesios 5:24). Véase también 1.ª Corintios 14:34 y 1.ª Timoteo 2:11.



Pedro, luego de hablarnos por el Espíritu Santo acerca del carácter del adorno de una mujer cristiana (v. 3-4), nos dice, en el v. 5, que "así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios"; y no sólo eso, sino que estaban "sujetas a sus maridos, como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor". La palabra señor tiene una fuerza especial y es digna de reflexión, sobretodo en estos días en que aun cristianos profesantes desprecian el señorío (Judas 8; 2.ª Pedro 2:18-19). La ley (es decir, el Pentateuco) dice que la mujer debe estar en sujeción (1.ª Corintios 14:34). Hemos visto que esto se afirma en Génesis 3, ya sea en la Creación o en la caída, y podemos considerar ahora el ejemplo de Sara, que también se da en la ley.



Es instructivo notar la ocasión en que Sara llamó a Abraham señor, por lo menos la única vez que la Escritura lo hace ver. "Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo mi señor ya viejo?" (Génesis 18:12). ¡Ella no hizo ningún gesto público de cortesía, sino que fue algo que sintió en su corazón! No se trató de una mera exhibición exterior, sino de la viva realidad de su alma. Efesios 5 presenta dos cosas que caracterizan de forma especial a la mujer: sujeción (v. 24) y reverencia (v. 33; compárese con 1.ª Pedro 3:2). El hecho de que Sara considerara con felicidad y de corazón a Abraham como señor incluye tanto sujeción como reverencia. Es una bendita y solemne consideración que la sujeción y la reverencia debidas a Cristo como Cabeza de la iglesia estén presentes en todo matrimonio.



La postura de sujeción y reverencia que caracterizaba a Sara constituye uno de los fundamentos para la bendición espiritual del hogar. No nos engañemos a nosotros mismos con argumentos aparentemente plausibles para pensar de otro modo. Para citar tan sólo una de las graves consecuencias de la insubordinación: los hijos tendrán una lección práctica sobre cómo ser insubordinados y llevarán hacia muchos ámbitos la actitud aprendida en el hogar. Y ¿cómo puede tal madre esperar ser utilizada por el Señor para inculcar en sus hijos un espíritu de plena obediencia a Dios cuando ella misma se rehúsa a obedecer a Dios? Esto es algo que nos hace temblar. ¡Renunciar a la obediencia en un punto es renunciar al principio de obediencia!



Es algo lastimoso ver a un hombre que está sujeto a su esposa. Sin duda puede haber causas en ambos lados para que esto acontezca. Pero la usurpación de la autoridad tiene de por sí una tendencia a expandirse, y puede llegar a hacerse sentir —y, de hecho, lo hace— en la Asamblea. Una mujer que trastroca el orden de Dios en el hogar es propensa también a intentar trastrocar el orden de Dios en la Asamblea. Puede tratar de hacerlo en forma directa, pero es más probable que lo haga obrando por intermedio del esposo. Ninguno vive y muere para sí, y por eso nuestra conducta tiene influencia en muchos ámbitos.



Edward Dennett señaló:



«Tampoco guardan las Escrituras silencio respecto de la bendición en relación con la fiel aceptación de la verdadera posición de la esposa. El apóstol Pedro, cuando escribe sobre este tema, especifica el caso más difícil de todos: el de una esposa cristiana que tiene un marido inconverso. No debe suponerse que él apruebe el matrimonio de un creyente con un inconverso, pues tal cosa está prohibida, tanto expresa como implícitamente (véase 1.ª Corintios 7:39). Pero en la primitiva iglesia debió de haber sucedido comúnmente que esposas creyentes —es decir, esposas convertidas después del matrimonio— de pronto se encontraron ligadas a esposos incrédulos e idólatras (véase 1.ª Corintios 7:10-16). De éstas nos habla el apóstol cuando dice: "Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa" (1.ª Pedro 3:1-2). Esto es como una promesa de que la obediencia de amor y un andar y pureza de vida cristianos serán bendecidos para la conversión de esposos impíos; o, si no tanto como esto, es al menos una aseveración de que tales son los medios señalados por Dios para llevar la verdad ante sus mentes y conciencias. Y ¿qué podría ser más eficaz ante un incrédulo que la continua y silente presentación de Cristo en el andar y en la vida? Es digno de notarse que el apóstol no urge a la esposa a exhortar a su marido a recibir la verdad. El esposo debe ser ganado "sin palabra", mediante la conducta (esto es, el andar, la compostura, el porte, toda la manera de vivir) de la esposa. La razón es obvia: la exhortación presupondría asumir una posición superior, olvidando que el esposo es cabeza de la esposa, por lo que sería incongruente con la posición de la esposa. Pero la apacible hermosura de una vida que refleja, en el poder del Espíritu, la dulzura, mansedumbre y humildad de Cristo, constituiría, en el orden y bendición de Dios, una exhortación mucho más poderosa que las palabras, y probaría que es el medio más eficaz para procurar que un hombre sea sacado de las tinieblas a la maravillosa luz de Dios.»[29]



Hay condiciones que favorecen la adopción de una actitud como la que se halló en Sara, cuya actitud es la voluntad de Dios para una mujer cristiana. Una de esas condiciones constituye en meditar los textos de 1.ª Timoteo 2:8-12 y 1.ª Pedro 3:3-4 a fin de estar adornada tal como se describe allí. Pero hay algo más todavía. ¿Dónde estaba Sara cuando dijo para sus adentros eso tan loable? "Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda" (Génesis 18:9).



Edward Dennett señaló:



«Otra directiva especialmente dirigida a esposas jóvenes es que ellas sean "cuidadosa de su casas" (Tito 2:5), o, según otra versión, "trabajadoras en su casa". El significado es casi el mismo, pues a las mujeres se les recuerda que su esfera de servicio es el hogar, y que no deben consentir ningún trabajo o actividad que interfiera con su posición doméstica. Es Dios quien les ha dado el hogar como campo de labor; de ahí que su diligente desempeño en aquél sea una cuestión de fidelidad a Él»[30]





La esposa es exhortada a dedicarse a su esposo y a sus hijos, no a una «profesión». Junto con ello va la exhortación a ser discreta y casta. Existe una relación moral entre estas cosas; van juntas e inseparables. Y la diligencia en el servicio doméstico con apego hacia el esposo y los hijos ayudará a que la mujer sea discreta y casta. Seguir una «carrera» puede tener una tendencia del todo opuesta, ya que las responsabilidades domésticas se verán afectadas y se desarrollará un espíritu de independencia. Especialistas en la materia —hombres de discernimiento— advierten que las guarderías infantiles están produciendo una generación más agresiva e insegura, menos cooperativa y tolerante, etc. El hogar es la guardería apropiada para que el niño se desarrolle en un clima de amor y firmeza, y una madre que teme al Señor tendrá esto en gran estima. Ella es exhortada a ser «buena en el sentido de benevolencia» (W.K.). No es meramente una «guardiana de su casa», sino esposa y madre. Tiene siempre al Señor delante de sí, aun cuando la paciencia sea puesta a prueba, como de hecho lo será.



Junto con ello está la sujeción al esposo. Un hogar será gobernado de conformidad con los deseos del esposo. En 1.ª Timoteo 5:14, Pablo, hablando de las viudas más jóvenes, quiere que se casen, críen hijos y "gobiernen la casa"; y estas cosas tienen una aplicación general a las mujeres jóvenes, naturalmente. Aquí vemos a la mujer ordenando el funcionamiento de la casa, dirigiéndola según la forma de gobierno expresada por el esposo.



Es algo agradable ver que, cuando Abraham fue interrogado acerca de dónde estaba Sara, él respondió que estaba en la tienda (Génesis 18:9). Los cristianos a veces se asombran de lo que una mujer caracterizada como diligente en las labores hogareñas es capaz de hacer para el Señor. Las cosas que preparó Sara hablaron de Cristo como comida de Dios (Génesis 18:6). Más tarde vemos a Jael, que hirió al capitán de las huestes enemigas mediante una estaca usada para fijar la tienda, lo que hablaba del carácter peregrino del pueblo de Dios (Jueces 4:22; 5:24). La victoria impera en los hogares distinguidos por su carácter peregrino, hogares en los cuales Cristo es llevado ante Dios para Su placer.



Vemos también a la gran mujer de Sunem, quien propuso a su marido que hicieran una morada para Eliseo. La hospitalidad es recomendada en la Palabra de Dios (Hebreos 13:1). Su esposo accedió a su ejercicio y de ello resultaron muchas bendiciones. Es siempre correcto actuar en comunión con el pensamiento del esposo, dentro del ámbito de la Palabra de Dios, estando la obediencia a Él por sobre todo. Desgraciadamente, Eva actuó de modo completamente contrario, y sin duda la atracción ejercida sobre Adán condujo a éste a seguirla en su desobediencia a Dios. De este modo, por causa de la desobediencia de Adán, sobrevino un mundo de pecado, miseria y muerte. Las acciones de una mujer necesariamente tienen consecuencias morales sobre los demás, especialmente sobre su familia.



Todo el pasaje de Proverbios 31:10-31 es digno de minucioso análisis. ¿Una mujer desea del Señor un esposo que sea conocido en las puertas? (Proverbios 31:23). Entonces medite para tener las características de la esposa de tal hombre, tal como se hallan en este capítulo.



La mujer virtuosa de Proverbios 31 (y Rut fue una mujer virtuosa; Rut 3:11, versión inglesa de JND) era diligente en las tareas del hogar, como lo muestra el pasaje. Deseamos señalar varias cosas que indican actividades que ocasionalmente pueden llevar a una mujer fuera del hogar, pues ser diligente en las tareas del hogar no significa que una mujer esté confinada allí. A la verdad, esto último restringiría la dedicación de una mujer a las buenas obras que deben caracterizar al pueblo del Señor (1.ª Timoteo 5:10, 25; 6:18; Tito 2:14; 3:8; Hebreos 10:24; 1.ª Pedro 2:12).



No hubo impedimento para que la mujer virtuosa, como esposa sujeta y madre virtuosa, y diligente en las responsabilidades domésticas, obtuviese una entrada (Proverbios 31:24). Ni estuvo fuera de lugar para ella aun considerar un campo y comprarlo (Proverbios 31:16). No cabe duda de que hay lecciones espirituales en todo esto, pero también hay hechos temporales. Sin embargo, ella no hizo ninguna carrera de administración o de bienes raíces, sino que lo hizo todo dentro del ámbito del orden familiar, según los requerimientos del marido.



Ella, además, ayudó a los pobres, algo muy importante (Proverbios 31:20; Santiago 1:27).



"Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos" (Proverbios 31:31). Una mujer que teme al Señor será alabada; si no lo es ahora, Cristo sabrá cómo hacerlo. "Yo honraré a los que me honran" (1.º Samuel 2:30).



Las marcas características de la mujer virtuosa no son los antecedentes de su familia, su fortuna, su aspecto, hermosura o inteligencia, sino su virtud. ¡Sopéselo en el santuario!



Finalmente, la sujeción y reverencia debidas al esposo no lo son por causa del carácter, la educación, el dinero, el trabajo o las apariencias de este último, sino simplemente porque Dios lo dice. ¡Qué bendición para el alma que todo esté basado en la voluntad de Dios! Nuestro Señor Jesucristo vino para hacer la voluntad de Dios (Hebreos 10:7). La voluntad de Dios fue la motivación para cada uno de Sus pasos. En la ley de Jehová hallaba su delicia (Salmo 1:2). Cristo es el varón bienaventurado del Salmo 1. No hubo nadie como él.





La mención de tu nombre inclinará

Nuestros corazones a adorarte

A ti, señalado entre diez mil,

Quien de la esclavitud nos libraste.





El Hijo nos ha hecho libres, libres con la libertad cristiana para andar en Sus pasos fortalecidos por el espíritu. La libertad cristiana no es libertad para hacer lo que me plazca. Es libertad de uno mismo —del yo— para servirle a Él (Romanos 6:22; 2.ª Corintios 5:14-15; 1.ª Pedro 2:16; 2.ª Pedro 2:18; Santiago 1:22-25). Miremos atentamente a la perfecta ley, la de la libertad (Santiago 1:25). Ésta es la libertad de la nueva naturaleza vigorizada, exhortada y confortada por la Palabra ingerida que urge a la nueva naturaleza a hacer aquellas muchas cosas que la nueva naturaleza se goza en hacer para poder agradar a Dios en todo.



Alcance de la sujeción



En Efesios 5:24 leemos: "Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo." Colosenses 3:18 dice: "Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor."



Estos versículos de la Palabra no nos dicen que una esposa no deba tener un juicio diferente del de su marido, o que tampoco pueda expresarlo con tal que lo haga en la actitud de sujeción. El que posee autoridad no siempre puede proceder de la manera más sabia, pero eso no es motivo para la rebelión, pues, de lo contrario, toda autoridad terrenal se acabaría de inmediato. No, hay otro curso de acción con respecto a diferencias de opinión; se llama sujeción. El parecer de un esposo podría cambiarse mediante hechos y consideraciones que su querida esposa trajera ante él, la cual debe hacerlo en forma coherente con lo que nos enseña la Palabra. Ahora bien, si el pensamiento del esposo a la postre permaneciere inmutable, la esposa debe recordar que aquel que tiene la autoridad será tenido por responsable ante Dios, quien le dio la autoridad.



Por otra parte, para tomar un ejemplo sencillo, si un hombre le dice a su esposa que hurte, resulta que "debemos obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29). La obediencia a Dios prevalece. Cuando el esposo contravenga los mandamientos del Señor, este último es quien debe ser obedecido. La esposa está sujeta al esposo como conviene en el Señor. Pero una mujer tampoco debe transformar un juicio suyo en un mandamiento del Señor. El amor y la consideración por parte del esposo y la sujeción de parte de la esposa resolverán las dificultades que uno pueda sentir. Tenemos la potestad de contar con Dios en estas cosas.



«La esposa, pues, ocupa, con relación a su esposo, el mismo lugar que la iglesia con respecto a Cristo; de ahí que su posición, como se dijo antes, sea de sujeción. Y sería necesario recalcar que su lugar no se ve afectado en ningún sentido por el carácter de su esposo. Es del todo cierto que su posición en muchos casos puede volverse extremadamente difícil. Por ejemplo, una esposa cristiana, convertida después del matrimonio, puede convivir con un esposo impío que haga su vida tan infeliz como le sea posible hacerlo a su perverso corazón; no obstante, el lugar de ella permanece inalterable por ésta o por cualquier otra circunstancia; y cuanto más difícil se torne esto, ya por la ausencia de afecto por parte del esposo, o por rasgos de carácter que impondrían su respeto, tanto más cuidado debe ella tener para ocupar su lugar con fidelidad al Señor. Así como nuestros deberes para con lo reyes —las "autoridades", etc.— son totalmente independientes del carácter personal de ellos, así el deber de una esposa para con su marido nunca debe verse alterado por el carácter de este último. Puede parecer a algunos que el deber de la esposa, tal como fue explicado, sea una de las obligaciones más duras y difíciles de admitir. Y para la naturaleza humana, sin duda, esto sería con frecuencia imposible. Pero observemos cómo provee para esto la Palabra: "Esposas, estad sujetas a vuestros propios maridos como al Señor." Así el Señor mismo es traído ante la mente de la esposa; y todos nosotros sabemos que, cosas que en sí mismas son tediosas y verdaderamente intolerables, se convierten en luz y alegría cuando se hacen para el Señor. Por eso, en el caso supuesto, si la esposa tiene al Señor delante de sí, si ve al Señor como si estuviera detrás del esposo, le resultará fácil obedecer sus órdenes más irrazonables, porque lo recibirá todo como proveniente del Señor» [31]





Actuar con independencia del esposo

Llamamos brevemente la atención a las solemnes consecuencias de la actuación de Eva en independencia de su esposo. Hay una lección en esto que es bueno que meditemos. La consecuencia ha sido un mundo lleno de dolor.


UNA MUJER CRISTIANA SENCILLA PUEDE ESPERAR DEL SEÑOR UN HOMBRE AL QUE LE RESULTE PLACENTERO OBEDECER Y REVERENCIAR


¿Es demasiado pedir al Señor un hombre que busque cumplir la voluntad del Señor en cuanto a los esposos, así como la Palabra de Dios en general, un hombre que tenga respeto por la conciencia de su mujer? "Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites" (Santiago 4:3).


Sería bueno para una mujer que desea un esposo del Señor leer 1.ª Timoteo 3 y Tito 1 para ver lo que Dios requiere de un supervisor (u obispo) y siervo. No todas estas calificaciones se hallan en un joven soltero, pero algunas podrían ser, a saber, irreprensible, sobrio, discreto, decoroso, no dado a excesos de vino, no un peleador, sino manso, no dado a la contención, no amigo del dinero..., serio, no de doble lengua, no codicioso de viles ganancias, no terco, no arrebatado, amante de la bondad, justo, pío, templado, retenedor de la palabra fiel conforme a la doctrina enseñada. Hay otros pasajes que también se aplican al caso. Si ella desea practicar lo que hemos considerado en las páginas precedentes, querrá un marido que esté esperando una mujer en la cual se hallen aquellas marcas que hemos considerado. Entonces puede pedir —y esperar recibir— un hombre que desee obedecer la Palabra de Dios, si es la voluntad de Dios que ella se case.

Pero si Ud. desea baratijas, o usa éstas y otros medios que la exhiben con el fin de «atrapar un esposo», entonces conseguirá lo que merece: un hombre que es persuadido por tal conducta. Es parte de su carácter, y hay otras cosas que van junto con ello. Sopese esto en el santuario.


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APÉNDICE I

Los mandamientos del Señor: 1.ªCorintios 14:34-40[32]

"Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación. ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado? Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor. Mas el que ignora, ignore."


Continuando con el orden establecido para el uso del don de géneros de lenguas y del don de profecía —que lo posee un profeta— el apóstol se vuelve hacia otro desorden. Parece que en la historia de la iglesia cada vez que hubo un brote de «lenguas» las mujeres cobraron mayor prominencia. Así ocurrió en Corinto. De modo que el apóstol tuvo que tocar el tema de la adecuada decencia de la relación de la mujer con respecto al hombre y de cómo esta relación se ha de manifestar en el orden de la asamblea, puesto que en 1.ª Corintios 11 él sólo había hablado de ello de un modo general. La prominencia de la mujer es algo incongruente con el orden de la creación (y también con la caída del hombre), y es particularmente ofensivo en la asamblea de Dios donde Su orden debe ser visto (aunque ello es válido en todo lugar). No es cuestión de las habilidades de la mujer, de su capacidad ni de sus dones, sino de la voluntad y del orden de Dios.

Las mujeres deben, pues, "guardar silencio en las congregaciones", y nótese que en todas. Todos sabemos lo que significa "silencio". Es la misma palabra que aparece en el v. 28 en el cual el que hablaba en lenguas debía permanecer callado. Quiere decir que "no les es permitido hablar". Algunos llegan tan lejos hasta decir que la mujer no debe enseñar (2.ª Timoteo 2:11-14), pero que sí puede orar y profetizar en público si su espíritu permanece en sumisión y abierto a la corrección de parte de los líderes y de su esposo[33]. Las Escrituras —cuán bueno es oírlo— aseveran: "Es indecoroso que una mujer hable en la congregación" (v. 34). Observad la frase "hablar en lenguas", "que dos o tres profetas hablen". Véanse los v. 2, 3-6, 9, 13, 18, 19, 21, 23, 27-29 y 39. En el capítulo 14 de esta epístola aparece muchísimas veces la palabra "hablar", y nada en especial indica que aquí deba entenderse por «conversar». El vocablo griego laleo no significa «conversar» ni aquí ni en ninguna otra parte del Nuevo Testamento[34]. Se quiere forzar el claro sentido del capítulo con el único objetivo de dar rienda suelta a la propia voluntad. Es el moderno clamor para permitir que las mujeres prediquen.



Que una mujer hable en la asamblea significaría que ella no está “sujeta”[35]. Estaría tomando el lugar público del hombre. No sólo guardar silencio en la asamblea conviene a la sujeción, sino también tener el cabello largo y llevar una cubierta sobre la cabeza en la ocasión apropiada (1.ª Corintios 11). "Estar sujeta" significa que la mujer está bajo la autoridad de la cabeza (1.ª Corintios 11:3), y la cubierta indica esto. "Por lo cual, la mujer debe tener señal de autoridad sobre la cabeza, por causa de los ángeles" (1.ª Corintios 11:10), y no por causa de pautas culturales. Ello es una señal, sobre la cabeza, de la autoridad bajo la cual está y la cual reconoce de este modo, para las ocasiones apropiadas, además de tener el cabello largo el cual es una cubierta para toda ocasión. 1.ª Corintios 11 y 14 están en obvia armonía. 1.ª Corintios 11 habla de lo que es propio cuando la mujer ora o profetiza, y 1.ª Corintios 14 dice que la asamblea no es el lugar para ello. ¿Se necesita demasiada inteligencia para ver que las mujeres pueden orar y profetizar en cualquier parte menos en la asamblea? Difícilmente puedo creerlo. Luego, si no es un problema de inteligencia, ¿qué, pues, es? ¿voluntad propia?

G.D.Fee, queriendo la libertad para que las mujeres prediquen en la asamblea, y alegando que 1.ª Corintios 11:2-16 presupone este privilegio [fijaos que él admite que en ese pasaje ello no se declara explícitamente], afirma que 1.ª Corintios 14:34-35 «está, pues, en obvia contradicción con el capítulo 11:2-16175»[36] [fijaos que él admite precisamente lo que dice 1.ª Corintios 14:34-35, es decir, el sentido de este texto está claramente entendido], y él trata de escapar de la propia contradicción que creó, poniendo en duda la autenticidad de 1.ª Corintios 14:34-35, aunque, admitidamente, estos versículos aparezcan en todos los manuscritos[37].

Con respecto a los intérpretes Protestantes que consideran que 1.ª Corintios 11 se aplica al ámbito privado y 1.ª Corintios 14 al ámbito público, G. Fee se libera de ellos afirmando simplemente que reflejan «estatutos eclesiásticos en lugares en que se desconocen los dones carismáticos...»[38]. Sea como fuere, en la época de J.N.Darby —y aun actualmente— tenían lugar reuniones gobernadas por los principios de 1.ª Corintios 14, y los dones (a excepción de los «dones-señal») eran reconocidos, y al mismo tiempo 1.ª Corintios 14:34-35 era obedecido. ¿Cómo puede él explicar esto? Todo su argumento carece de fundamento, pero él admite explícitamente que estos versículos prohíben a la mujer profetizar en la asamblea. La mayoría de los pentecostales y carismáticos no reconocen este sentido claro del pasaje pero, aparentemente, el autor creyó que reconocer el obvio sentido del texto no constituiría ningún problema puesto que bastaba librarse de él con sólo agarrarse de la crítica textual, aun cuando estos versículos no faltan en ningún manuscrito, pues sólo en unos pocos aparecen después del v. 40.

Nótense dos cosas acerca de la declaración “como también la ley lo dice”[39]. En primer lugar, la ley también dice que la mujer está sujeta. ¿Quién más lo dice?: "Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor" (1.ª Corintios 14:37). ¿Cómo alguien que dice amar al Señor Jesús y a la Palabra de Dios puede atreverse a decir que estas palabras estuvieron condicionadas simplemente por la cultura de la época? En segundo lugar, "como también la ley lo dice" significa que la orden condice con la posición de la mujer según la creación (y la caída). Dios asignó a la mujer una posición de sujeción al hombre, como también la ley lo dice (compárese Génesis 2 y 3 con 1.ª Timoteo 2:11-14; Efesios 5:22-33 y 1.ª Corintios 11. Compárese también Génesis 18:6-13 con 1.ª Pedro 3:1-7 y Tito 2:5). Que la mujer ha de estar "sujeta" se declara ampliamente; y tomar un lugar público es incongruente con estos pasajes. No es cuestión de costumbres ni de cultura, sino del uniforme testimonio de las Escrituras. No existe ninguna dificultad real cuando el corazón se halla dispuesto a obedecer la voz del Señor. El v. 34 es un mandamiento del Señor (v. 37) que el hombre espiritual obedece.


"Es indecoroso que una mujer hable en la congregación"


La palabra griega vertida "indecoroso" aischros aparece en 1.ª Corintios 11:6; 14:35; Efesios 5:12 y Tito 1:11.



En la asamblea, las mujeres no podían ni siquiera hacer preguntas (aunque todo intento por aprender fuese bueno). La esfera doméstica era el lugar adecuado para ello. En ciertos casos particulares y en determinadas circunstancias (por ejemplo cuando hay mujeres solas, etc.), la gracia y la obediencia a la Palabra resolverán las dificultades, mientras que los teólogos y otros sólo encuentran motivos para discutir las palabras y los intentos de las Escrituras.

"Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor", escribe Pablo... Muchos dicen que afirmativamente tales son los mandamientos del Señor pero que Pablo no quiso decir que las mujeres no puedan profetizar en la iglesia. "Pero si alguno se cree ignorante, que ignore" (v. 38). La asamblea nunca debería ser gobernada por esta ignorancia.


La asamblea corintia no era la que fijaba las normas. Ellos no eran la fuente de la autoridad. "¿Acaso ha salido de vosotros la Palabra de Dios?" (v. 36). Tampoco lo que hacían era un asunto de indiferencia. No podían argumentar que tal restricción era una «costumbre local y contemporánea»[40] "¿O acaso a vosotros solos ha llegado?", como si lo que ellos hicieran no tuviera ninguna relación con los demás o con las prácticas de todos los demás lugares. No es así. Pablo enseño las mismas verdades y el mismo orden en todas partes (véase 1.ª Corintios 4:17; 7:17; 11:16 y este mismo v. de 1.ª Corintios 14:33). Lo que Pablo escribió eran los mandamientos del Señor. Si alguno se creía a sí mismo profeta (portavoz de Dios) o espiritual (una persona con discernimiento de las cosas divinas, 1.ª Corintios 2:15; Hebreos 5:12-14; compárese con Filipenses 1:9-10), reconozca los mandamientos del Señor por medio de Pablo (Salmo 19:7-11).


Estos pasajes indican que las mujeres predicadoras son indecorosas (v. 34), insubordinadas (v. 34), no espirituales (v. 37), ignorantes (v. 38), indecentes y desordenadas (v. 40). Y así también son los hombres que pasan por alto o alientan esta desobediencia, por no decir peores. Esto constituye un verdadero y profundo dolor de corazón para aquellos que se gozan en obedecer la Palabra de Dios.


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APÉNDICE II


Extractos de comentarios de William Kelly sobre algunos pasajes clave

The Action of the Holy Spirit in the Assembly; 1.ª Corintios 14:34-35, págs. 59-60.

«El versículo 34 nos habla de una clase particular de personas —y de una solamente en la Iglesia de Dios— a las que no se les permite tomar ninguna parte en público, a saber, las mujeres.



No es que Dios no conceda a las mujeres dones tan preciosos como a los hombres, sino que, cualesquiera sean los dones que hayan recibido para ejercer, no es la Asamblea el lugar donde el Señor les permita hacerlo.



Sé perfectamente que muchos se valen del hecho de que las mujeres tienen dones, como una razón para defender la predicación pública de las mujeres fuera de la Asamblea. Pero la idea de una mujer predicando al mundo era algo inaudito, que ni siquiera se contemplaba entonces. La Palabra no supone que la mujer haya olvidado tan completamente lo que pertenece a su naturaleza. Ningún corintio hubiese deseado que la mujer fuera, sin sonrojarse, a colocarse ante el mundo; ninguno había todavía presentado el caso de «pecadores perdidos» como excusa para faltar a ese sentimiento de modestia que siempre conviene a una mujer.

En cuanto a las mujeres de las que aquí se habla, podrían haber argüido —y yo supongo que así lo hicieron— de la siguiente forma: «Si afuera no podemos predicar, seguramente podríamos hablar en un lugar santo como es la Asamblea. Aquí el mundo no nos mal interpretará, ni atribuirá nuestra actuación a una falta de decoro.»

Si había un lugar donde las mujeres podían hablar, ese lugar seguramente habría sido la Asamblea. Pero allí está prohibido hablar, sin querer significar con esto que ellas tienen la libertad de predicar ante el mundo, sino que las mujeres no debían hablar en ninguna parte en público, ni siquiera en la asamblea. Os concedo que hay un lugar para ellas en sus propias casas, o con mujeres; o que una mujer casada podía hablar con su marido. Pero en las asambleas de los santos, insisto, precisamente allí, esto estaba prohibido de manera clara y perentoria. ¿Qué, pues, debía hacerse? “Si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación" (v. 35). El apóstol no supone que las jóvenes solteras tan siquiera pudiesen desear hablar en la Asamblea, sino que piensa sólo en las de mayor edad. Naturalmente, las jóvenes podían preguntar a sus padres.»

Notes on the First Epistle of Paul the Apostle to the Corinthians, págs. 242-243.

1.ª Corintios 14:34-35

«Esta orden es de significativa importancia. A las mujeres les está prohibido hablar en las asambleas. Los amigos de los razonamientos podrían haber supuesto que si existía un lugar donde les estaría permitido hablar, era allí. Ese ambiente santo, donde el hombre es considerado como nada y donde Dios hace conocer Su presencia y Su poder espiritualmente, podía haber parecido el lugar adecuado para que mujeres santas hablasen, las que fuesen poseedoras de dones, y aun del don de profecía, tal como las cuatro hijas del evangelista Felipe (Hechos 21:9). Pero no. El apóstol fue inspirado a prohibir tal cosa en las asambleas, desde luego que no en forma absoluta, pues todo don tiene por objeto el ser ejercitado, pero la manera de hacerlo ha de ser en sumisión a las directivas del Señor. La divina revelación del Antiguo Testamento dio clara intimación del lugar de la mujer generalmente en sujeción: El Nuevo Testamento no es menos perentorio en lo que respecta a las asambleas. La noción de que la mujer se presentara predicando el Evangelio no se le cruzó a nadie por la cabeza en aquellos tiempos. Habría sido una violación del decoro femenino que habría resultado chocante aun a los paganos. Ello estaba reservado para la corrupción de las cosas excelentes, para el espíritu innovador y los caminos de la moderna cristiandad.

El apóstol prohibió a las mujeres tan siquiera formular una pregunta en tales ocasiones públicas. Si querían aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues es vergonzoso que una mujer hable en una asamblea.

Todo el tema llega a su fin por la demanda de si la Palabra de Dios salió de ellos o sólo a ellos había llegado. Los corintios fueron los primeros en apartarse del orden apostólico establecido en todas partes. Éste era el germen de la gran revuelta eclesiástica.



La iglesia tiene que estar sujeta. La Palabra de Dios es la que manda, y lo hace por igual en todas las asambleas.»

Notes on the First Epistle of Paul the Apostle to the Corinthians, págs. 172-175.

1.ª Corintios 11:3-16
«Tenemos aquí un ejemplo típico de la ocupación del apóstol en una cuestión de orden. Él deduce la solución a partir de los principios elementales que surgen de los caminos de Dios en el principio de la creación. Es una admirable manera de resolver cuestiones, no mediante una mera autoridad abstracta —aun cuando la establezca alguien superior—, sino transmitiendo a los demás los caminos de Dios en la creación y su providencia, los cuales suscitaron la admiración del apóstol así como la sumisión de su corazón. No es una cuestión de la nueva creación. Allí las diferencias desaparecen. No hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, pues todos son uno en Cristo Jesús.



Pero aquí en la tierra hay un orden de relación establecido por Dios; y así como el hombre es cabeza de la mujer, así también Cristo es cabeza de todo varón, y Dios la cabeza de Cristo. Sería aún más peligrosamente falso utilizar estas palabras para rebajar a Cristo, que desvirtuar su vigor con el objeto de negar la sujeción que la mujer debe al hombre; pues el Cristo es visto como tal, no en su propia gloria personal intrínseca ni en la comunión de la naturaleza divina, sino en el lugar en el que entró y que asumió como el Ungido. Dios, por consecuencia, es la cabeza del superior; y, como la mujer está obligada a reconocer el lugar que Dios le asignó, así también el hombre debe ocupar debidamente la relación que se le ha asignado.

El principio es aplicado para corregir a algunas mujeres cristianas de Corinto que traspasaban los límites del decoro. El apóstol presenta el caso completo, e incluso el error de un hombre en cuanto al mismo, aunque podría parecer hasta ese momento que se trataba de una cuestión del sexo opuesto. Tener la cabeza cubierta para el hombre significaría falsear su testimonio hacia Cristo; y de igual modo para una mujer el no tenerla. No se argumenta sobre la base de costumbres, modestia, o algo parecido, sino de los hechos tal como Dios los ha revelado. Sería la señal de autoridad asumida por la mujer, de la autoridad abandonada por el hombre. Una mujer sin velo se asemeja a un hombre, sin realmente serlo. Esto significa renunciar, en lo que este acto representa, a la sumisión que ella debe al hombre; es lo mismo que si estuviese rapada. ¡Que se trasquile también! dice el indignado siervo del Señor; pero si esto también resultara vergonzoso para una mujer, agrega, que se cubra (v. 2-6).

Hay todavía más explicaciones sobre el fundamento concerniente al hombre y a la mujer en los versículos siguientes (v. 7-12). Así, pues, el apóstol hace notar la posición del hombre directamente como imagen y gloria de Dios; la mujer, en cambio, es la gloria del varón, no teniendo semejante lugar de representación pública para Dios. Cualquier cosa que ella tenga relativamente, es esencialmente mediada y derivada. La creación es la prueba, y no por supuesto el curso ordinario de las cosas desde entonces.

Por lo tanto, es imposible hacer una estimación correcta sin considerar el principio. Si el versículo 7, entonces, se refiere al origen del hombre y de la mujer respectivamente, el versículo 8 declara la creación de la mujer por y subsiguientemente para el hombre, como los fundamentos de la subordinación de la mujer al hombre. Es fácil ver que, siempre que se niega la creación, o hasta se la ignora, los hombres naturalmente razonan y bregan en pro de su igualdad.

Pero hay también otra consideración, que tan sólo la fe podría admitir, a saber, el testimonio al orden divino que el hombre y la mujer deben dar a esos seres espirituales de quienes la Escritura declara que tienen la más íntima relación con los herederos de la salvación. (Compárese 1.ª Corintios 4:9 y Efesios 3). "Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles." El significado de estas palabras ha sido mal comprendido por la mayoría de los comentaristas, algunos de los cuales se desviaron hacia pensamientos degradantes al interpretar «ángeles» como ángeles malos; otros rebajan la palabra al sentido de los mismos justos, ya sean profetas cristianos, los presidentes de las asambleas, los nuntii desponsationum o personas encargadas de efectuar los esponsales, y hasta también se ha sugerido que los «ángeles» eran espías enviados por los incrédulos.

Asimismo la expresión "señal de autoridad sobre su cabeza" ha suscitado interminables discusiones. Tener autoridad sobre la cabeza significa, incuestionablemente, llevar el símbolo de la misma mediante una cubierta o velo. Por otro lado, en los v. 11 y 12, el apóstol insiste cuidadosamente sobre la mutualidad del hombre y la mujer, negando la independencia del uno respecto del otro, afirmando que Dios es la fuente de ambos respectivamente, y de todas las cosas.

Además, él apela al sentido del decoro basándose en la manera en que Dios ha constituido al hombre y a la mujer. "Juzgad vosotros mismos: ¿es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? la naturaleza misma ¿no os enseña...?". Si es tan natural para el hombre tener cabello corto como para la mujer tenerlo largo, ¿no es una rebelión contra la naturaleza de cada uno invertir ello en la práctica? La creación de Dios debe gobernar, salvo que la Palabra de su gracia llame a cosas más elevadas; pero valerse de esto último como pretexto para el asunto en cuestión era algo inadmisible.

Finalmente, el uso habitual de las iglesias, tal como estaba reglamentado por la sabiduría apostólica, no es cosa fácil de perturbar, y esto lo declara el apóstol con gran fuerza moral: "Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios." Es una desdeñable forma de independencia la que se erige a sí misma, no sólo contra el sentimiento espiritual de todo el testimonio público en las asambleas de Dios, sino que se alza por sobre aquellos dotados con la sabiduría celestial para la dirección de todo: los apóstoles. No se trata ni de la conciencia ni de la espiritualidad, sino de un deseo carnal de diferir de los demás y, en el fondo, de pura vanidad. La "costumbre" denegada por el apóstol era la innovación corintia —el hecho de que las mujeres no querían cubrirse, en desarmonía con las demás iglesias—, la cual confundía el orden de Dios en la naturaleza, y no la contención en sí (es decir, no se refiere a la costumbre de ser contencioso) como muchos comentaristas antiguos y modernos extrañamente concluyen.»


An Exposition of the Two Epistles to Timothy, págs. 42-51

1.ª Timoteo 2:8-14

"Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, n1.ª Perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad" (v. 8-10).

«La expresión del apóstol, "quiero", no manifiesta meramente una dulce aquiescencia, sino que se trata de su activo deseo o voluntad. Es una positiva orden apostólica. "Quiero, pues, que los hombres oren...". Esta directiva no abarca a todos los integrantes de la asamblea, sino a los hombres en contraste con las mujeres (es decir, según la voz griega —aner— a los varones). Esto es de gran importancia. El título que habilita a orar pertenece a los varones en su conjunto, no a las mujeres, pues se trata de la oración en público...»



"Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia" (v. 9).

El Señor, a diferencia de los rabíes, no desestimó en absoluto a las mujeres. Pero tampoco fueron ellas promovidas a una inapropiada o hasta vergonzosa prominencia como ocurrió en el paganismo. La actuación en público no era el lugar de la mujer.

Ellas han de adornarse "con un porte decoroso", lo cual, según la voz griega, no se refiere solamente al vestido, sino que incluye a toda la manera de conducirse. Por eso se añade: "con pudor y modestia", ese recato que se estremece y ruboriza ante la menor apariencia de indecencia, ese dominio propio que hace que todo esté gobernado interiormente.

El apóstol no vacila en tratar de forma clara y espaciosa los objetos comunes de la vanidad femenina en todas las épocas: "No con peinado ostentoso [lit. "trenzas", es decir, de cabello], ni oro, n1.ª Perlas, ni vestidos costosos" (v. 9).

Esto debería resolver todas las cuestiones a aquellos que tienen sus conciencias ejercitadas. Consideremos tan solamente el último punto ("no con vestidos costosos"). ¡Cuán a menudo oímos como pretexto para el uso de ropas costosas: «Lo barato resulta caro»! Mas quienes aguardan la llegada del Señor, no tienen necesidad de estar previendo lo que pueda suceder el día de mañana.

Ahora bien, meras abstenciones no satisfacen la mente del Espíritu, por lo que agrega: "Sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad" (v. 10). Éste es el adorno que el Señor aprueba; y las mujeres pueden encontrar en ello una amplia y continua esfera de actividad: di ergon agathon, "mediante buenas obras". El vocablo griego vertido por "buenas" no es kalon —el cual significa honorable, recta, justa, tal como figura en Mateo 5:16, Gálatas 6:9 y 1.ª Tesalonicenses 5:21—, sino agathos, tal como aparece en Gálatas 6:10 y 1.ª Tesalonicenses 5:15, y un ejemplo de esto lo hallamos en Dorcas (Hechos 9:36).

Cuando los razonamientos toman el lugar de esta actividad en buenas obras, pronto sobreviene congoja para los demás y una subsecuente deshonra para uno mismo. Un verdadero poder espiritual habría evitado ambas cosas, en tanto que a la vanidad no sólo le agrada, sino que hasta alienta este error práctico, sólo para hallar, a la larga, que sus razonamientos estaban totalmente equivocados. Si un ciego guiare a otro ciego, ambos caerán en un hoyo.

El apóstol ahora se dirige a otros detalles que corrigen ciertas tendencias femeninas, detalles de una naturaleza totalmente diferente pero no menos dignos de consideración si es que, como cristianas, ellas procuran glorificar al Señor. Es muy probable que en la actualidad se les exija todavía más a las mujeres sobre estos temas, a medida que los hombres van perdiendo a pasos agigantados la visión del orden divino en sus suspiros en pos de los ilusorios «derechos de la humanidad». ¡Cuántas cristianas hoy en día están en peligro debido a un mal encaminado celo o benévola actividad sin la debida reverencia a la Palabra escrita! Para las tales, lucir las mejores galas puede no tener ningún atractivo, como así tampoco los frívolos cambios de las modas mundanas. Su mismo deseo de abundar en buenas obras —mediante las cuales el apóstol quería que se adornasen— podría exponerlas a una trampa; y tanto más cuanto ninguna mente honesta e inteligente puede dudar de que las mujeres (sin mencionar sus capacidades naturales ni su cultura) pueden tener dones espirituales de una manera tan real como los hombres. Era, pues, importante reglamentar el asunto con autoridad divina, tal como el apóstol procede a hacerlo ahora.


"La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión" (v. 11-14).

El apóstol ya había dejado establecidos muy saludables principios en 1.ª Corintios 11:1-16, en donde había deducido que el varón es cabeza de la mujer, y que a él le convenía la cabeza descubierta, mientras que la cabeza cubierta le convenía a ella. Él es llamado por Dios a desplegar la actividad pública; ella, en cambio, a estar velada; pues el hombre no procede de la mujer sino la mujer del hombre, aunque ni uno es sin el otro en el Señor, mientras que todas las cosas proceden de Dios.

Asimismo, en 1.ª Corintios 14:34 se sienta la orden imperativa de que las mujeres han de guardar silencio en las asambleas, "porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice". incluso les estaba prohibido preguntar a sus esposos allí. Si deseaban aprender algo, debían preguntar en casa, "porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación". ¿Qué puede ser más claro y perentorio que esto? Sin embargo, la ingenuidad de la voluntad humana ha hallado una supuesta «vía de escape»: la palabra "hablar" —se alega— significa tan sólo «conversar familiarmente» o «charlar» (cotorrear). Ahora bien, esto es totalmente infundado; el término que aparece —laleo— es el que se utiliza regularmente para «proferir una declaración», como se puede ver en 1.ª Pedro 4:10-11. Aquí los santos, según el don que ha recibido cada uno, son llamados a ministrarlo como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios; y se traza la distinción entre dones de lenguaje hablado y los de otro servicio espiritual. "Si alguno habla", ha de hacerlo, como dice el original, "como portavoz de Dios"; "si alguno ministra", debe hacerlo "conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo". Ahora bien, en este versículo, la palabra vertida "hablar" es la misma que aparece en 1.ª Corintios 14, donde se dice que a las mujeres les está prohibido "hablar". Significa hablar en público, no parlotear. La prohibición, pues, es absoluta. El lugar de la mujer es un lugar recatado; debe aprender en silencio con entera sumisión.


Pero aquí hay más todavía. "No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio." Es claro que esto no se limita a la asamblea, puesto que el apóstol traza el fundamento de ello en la constitución y el carácter natural de la mujer: "Pues Adán fue formado primero, después Eva." La subsiguiente formación de la mujer a partir del hombre es algo que jamás deben olvidar aquellos que temen a Dios y que creen a su Palabra. Todos los demás pensamientos no son más que presuntuosas teorías que surgen por un descuido de la verdad, la cual se remonta al mismo principio de la creación.

La mujer puede ser, desde un punto de vista comparativo, capaz y bien instruida; pero bajo ninguna circunstancia le es permitido enseñar n1.ª Tener dominio sobre el varón. Ha de estar en silencio. Así, en términos absolutos, el apóstol previene contra cualquier reacción con motivo del lugar servil de la mujer en los tiempos antiguos, especialmente entre los paganos, o contra cualquier imitación que se quisiese hacer de la particular prominencia que se la daba a veces a la mujer en cuestiones oraculares, como ocurría entre los griegos y especialmente entre los germanos de antaño.



Entonces, ¿no tenían las mujeres ningún lugar apropiado ni conveniente, ningún lugar bueno y útil en el cristianismo? Nadie puede negar que efectivamente lo tienen; aquellos que ven cuánto honor tuvieron algunas mujeres al cuidar del Señor Jesús mismo durante Su ministerio (Lucas 8:1-3); aquellos que saben cómo Él reivindicó a María, la que le ungió, cuando los apóstoles censuraron tal acción cediendo a una mala influencia. El Señor, ciertamente, no menospreció en absoluto a María Magdalena, aun cuando su resurrección interrumpió el plan de aquellos que habían traído sus especias aromáticas y sus ungüentos después de su muerte.

No encontramos ninguna variación en las operaciones del Espíritu Santo tras la ascensión del Señor Jesús al cielo. María, la madre de Juan Marcos, da prestada su casa para que muchos puedan reunirse a orar; y a las cuatro hijas de Felipe no les estaba prohibido profetizar en su casa, aunque aun allí no podía rectamente ejercerse autoridad sobre el varón. Lidia constituye un bello ejemplo de cristiana sencillez de corazón y celo; su casa, asimismo, es honrada por causa de la verdad. Priscila no estuvo fuera de lugar cuando junto con su marido ayudaron al instruido alejandrino, poderoso en las Escrituras, a conocer el camino de Dios más exactamente. El capítulo 16 de la epístola a los Romanos no rinde ningún honor casual a muchas hermanas, comenzando por Febe, quien sirvió en la iglesia de Cencrea, recomendada a los santos de Roma como ayudadora de muchos, y de Pablo mismo. Prisca o Priscila es nuevamente vinculada con su marido como colaboradores en Cristo del apóstol, quienes no sólo expusieron sus cuellos por la vida de éste, sino que dondequiera que iban abrían su casa para la asamblea. Pero, ¿necesitamos extendernos citando todos los casos y los tan bellos y distinguidos reparos hechos sobre las mujeres?

Podemos decir de Evodia y de Síntique que no existe la razón más insignificante para concebirlas como predicadoras por el hecho de que hayan participado de las labores del apóstol en el Evangelio (Filipenses 4:2). Que ellas hayan unido sus esfuerzos con Pablo en esa tarea no es ninguna garantía para deducir que predicaron. En aquellos días la predicación por parte de una mujer habría parecido un acto mucho más escandaloso que su atrevimiento a proferir tan siquiera una palabra en las asambleas de los santos. incluso en privado —ocasión en que podían ejercitar lo que el Señor les había concedido— ellas nunca debían perder de vista la forma y la realidad de la sujeción. En público, toda enseñanza les estaba prohibida. Tal es el testimonio de la Escritura, y en ningún otro lado consta con tanta precisión y amplitud como aquí.

El apóstol agrega todavía otra razón: "Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión." El hombre, en cierto sentido, puede haber sido peor que ella, ya que siguió a la mujer en el mal contra Dios cuando debió de haberla guiado en obediencia; y lo hizo a sabiendas. La mujer fue seducida abiertamente, él no. La debilidad de la mujer, pues, y su peligroso efecto sobre el hombre, se aducen como argumento adicional de la razón por la cual la mujer debe guardar silencio y no debe enseñar ni gobernar. Su esfera de actividad es el hogar (1.ª Timoteo 5:14).»


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