"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro"
2.ª Pedro 1:19

sábado, 21 de agosto de 2010

LA PRIMACÍA Y EL VELO Conforme a las Escrituras por R. K. Campbell



PREFACIO

¡Qué gloriosa verdad es el orden divino de la Primacía! La primaria y suprema primacía de Dios, quien es el “bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores” (1.ª Timoteo 6:15) debería llenar nuestros corazones de temor y reverencia. Él es la cabeza de Cristo, quien, como el Hombre exaltado y glorificado, ha sido establecido para ser “cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22-23).

Luego, en la Creación, el hombre, creado a “la imagen y gloria de Dios”, como Su representante, fue puesto como cabeza y, en particular, como “la cabeza de la mujer” y de la familia (1.ª Corintios 11:3-7; Efesios 5:23). Con estos grandes aspectos de la primacía, el asunto de la cabeza descubierta y de las cabezas cubiertas en la presencia del Señor está basado en la revelación divina.

En nuestros días de cambio y desviación general de los principios divinos revelados en las Santas Escrituras, se hace necesario considerar corrientemente el tema de la “Primacía y el velo”.

Con el deseo de ser de alguna ayuda sobre este importante tema, este escrito ha sido preparado y sometido a la consideración de varios hermanos, bien instruidos en las Escrituras, quienes brindaron ayuda y aliento en el presente trabajo. Hemos procurado presentar lo que enseñan las Escrituras y, a la vez, considerar también algunas explicaciones y enseñanzas diversas que se proponen sobre este tema en la actualidad.

R. K. Campbell

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PRIMACÍA

La instrucción apostólica sobre el acto de cubrirse la cabeza que nos es dada en la epístola a los Corintios, comienza con la verdad fundamental de la primacía[1] o jefatura. El principio vital de la primacía de Dios, de Cristo y del hombre constituye la base de toda la enseñanza respecto al acto de cubrirse la cabeza en el capítulo 11. Por lo tanto, éste es un asunto de primordial importancia, ya que está apoyado en doctrina fundamental.

“Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón” (1.ª Corintios 11:3-7).

Tres símbolos

Note que la enseñanza sobre la primacía o jefatura y el cubrimiento de la cabeza precede a la enseñanza sobre la cena del Señor y se interpone, además, entre las instrucciones referentes a la mesa del Señor en el capítulo 10 y a la cena del Señor en el capítulo 11. Tres símbolos nos son dados en esta porción de las Escrituras: el pan, la copa y la cubierta o velo. Los tres están mutuamente asociados. ¿Cómo podemos entonces quitar alguno de ellos por considerarlos sin importancia, opcionales o sólo válidos para los días de la iglesia de Corinto?

Primacía trina

En primer lugar, Dios es manifestado como la cabeza del Hombre Cristo Jesús y como la Autoridad primaria. Esta primacía se manifestó perfectamente en la vida de Jesucristo y será puesta de manifiesto en el estado eterno cuando el Hijo “se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1.ª Corintios 15:28). En segundo lugar, Cristo es la cabeza de todo varón, y la gloria de esa primacía debe manifestarse descubriendo el hombre su cabeza cuando ora o profetiza. En tercer lugar, el hombre es la cabeza de la mujer. Esa primacía debe ser reconocida por la mujer mediante el símbolo de una cubierta o velo. La gloria de la primacía del hombre debe ser cubierta por la mujer en la presencia de la gloria de la primacía de Cristo simbolizada por la cabeza descubierta del hombre. Este es el orden divino en el dominio de la primacía establecida. (“Gloria” ha sido definida como “excelencia desplegada”).

La cubierta

La cabeza descubierta del hombre y la cabeza cubierta de la mujer son dados como el reconocimiento visible, por prescripción divina, del orden de Dios de la primacía y como señal de autoridad. Satanás siempre procura atacar la primacía de Cristo y aquello que la representa. Por esta razón se introducen en la actualidad muchas cosas que niegan esta verdad vital. Hay, por tanto, una verdad divina fundamental y profunda en este asunto de cubrir la cabeza. Hay una razón muy significativa y real, basada en las Escrituras en cuanto a este orden prescripto de la cabeza descubierta del hombre y la cabeza cubierta de la mujer en la presencia del Señor. No se trata de una cuestión de costumbre o de cultura oriental. Ni es un asunto de superioridad o inferioridad, sino de posiciones relativas de los sexos en el orden de Dios.

El hombre

Note que, con respecto a cubrirse la cabeza, el apóstol se dirige en primer lugar al hombre. Dado que él es la “imagen y gloria de Dios” (Su representante sobre la tierra), deshonraría y avergonzaría a Cristo ―su Cabeza― si tuviese su propia cabeza cubierta cuando ora o profetiza. La gloria de Cristo debe ser vista y no estar cubierta. De este modo, el hombre tiene la primera responsabilidad en este asunto de cubrirse la cabeza. No es solamente algo que se aplica a la mujer. La cabeza descubierta del hombre durante la oración, al hablar de las cosas de Dios y durante reuniones públicas, no es un asunto de mera cortesía ni de orden decente aceptado. Es conforme al orden divino que el hombre despliega la primacía y gloria de Cristo.

La mujer

Empero la mujer fue creada para el hombre, procede del hombre y es la gloria de éste. Por lo tanto, su cabeza debe estar cubierta cuando ora o profetiza, pues la gloria del hombre no debe ser vista en la presencia de la gloria de la primacía de Cristo, representada mediante la cabeza descubierta del hombre. La primacía y la gloria de Cristo —no del hombre— deben desplegarse. Aun la gloria personal de la mujer ―su cabello largo― debe estar cubierta (v. 15. Consideraremos esto más adelante).

Lo vergonzoso de una cabeza

“Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra” (1.ª Corintios 11:5, 6).

Cuando en el Antiguo Testamento la cabeza de una mujer estaba descubierta o rapada, era una señal de vergüenza, como se ve en Números 5:18, donde una esposa estaba bajo la sospecha de su esposo. Esto se ve también en Deuteronomio 21:10-13 cuando se daba el caso de una mujer hermosa tomada cautiva por un israelita. Asimismo en 1.ª Corintios 11 el apóstol dice que si una mujer ora o profetiza con la cabeza descubierta, es lo mismo que si se hubiese rapado la cabeza. Y, en vista de que cortarse el cabello o raparse era una señal de vergüenza para una mujer, ella debe cubrirse la cabeza. Una mujer no debe llevar ninguna señal de vergüenza sobre sí en la presencia del Señor. No debe aparecer delante de Dios como una sospechosa de infidelidad conyugal cual una mujer del Antiguo Testamento. La cubierta sobre su cabeza indicaría que ella reconoce a su esposo como su cabeza y que goza de su entera confianza. En el mundo de hoy, ello es también una respuesta o rechazo de la posición y excesos no bíblicos asumidos por los movimientos actuales, tales como el de «Liberación femenina» y «Unisex».

Aplicación general

El cubrimiento de la cabeza se aplica tanto a las mujeres solteras como a las casadas. Esta sección de 1.ª Corintios 11 sobre la primacía y el velo hablan de la mujer en general y al hombre en general. Números 30:3-5 nos enseña que una joven en la casa de su padre debe estar sujeta a su autoridad. Sus votos podían ser firmes únicamente mediante el permiso del padre. Del mismo modo, los votos de una esposa eran válidos sólo con el permiso de su esposo. De este modo la mujer debe reconocer la autoridad de su padre, de su esposo o la del hombre en general cuando está en la presencia del Señor. Su cabeza cubierta es un símbolo de este reconocimiento. Una mujer que se encuentra en actividades espirituales sin la cabeza cubierta, demuestra así que ha tomado una posición de autoridad y de abandono del lugar de sujeción que le es propio. Por supuesto, esta sujeción profesada al hombre e indicada mediante el uso del símbolo de la cubierta o velo, debe también estar respaldada por una vida que manifieste obediencia y sujeción al orden divino.


EL ORDEN EN LA CREACIÓN

El apóstol Pablo se refiere también al orden divino de la Creación en relación al tema de la primacía. El hombre fue creado a la imagen y gloria de Dios. “Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza por causa de los ángeles. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1.ª Corintios 11:7-12).

El hombre fue creado a la imagen y gloria de Dios. Él representaba la autoridad de Dios y fue investido con Su gloria. La mujer provino del hombre y fue creada para él como su ayuda idónea, apta para él (Génesis 2:18-24). Esto indica que el hombre es su cabeza. Por lo tanto, el apóstol escribe, en vista del lugar de la mujer en la Creación, diciendo que ella debe tener un símbolo de autoridad sobre su cabeza, una señal de que está bajo la autoridad del hombre. Esto es lo que representa el cubrimiento de su cabeza.

En 1.ª Corintios 11:8-12 tenemos una presentación cuidadosa y precisa en cuanto a la relación del hombre y de la mujer, la que, por otra parte, es expresada de una manera exquisita. Hay igualdad y diversidad. Si bien la mujer fue hecha del hombre, todo hombre desde Adán provino de la mujer a través del nacimiento. Jamás fue el propósito de Dios que los sexos fuesen independientes o que compitiesen entre sí. Pero hay un orden divino, y la posición de cabeza, la primacía, está investida en el hombre.

Los ángeles

Al final del versículo 10 el apóstol añade que, “por causa de los ángeles”, “la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza”. Los ángeles ven el maravilloso orden y designio en toda la Creación y son espectadores de los caminos de Dios en la redención. Ellos desean examinar las cosas que han hablado los profetas (1.ª Pedro 1: 10-12). Los serafines se cubren a sí mismos en la presencia del Señor (Isaías 6:1-3) y esperan ver a las mujeres haciendo lo mismo en reconocimiento del orden de Dios en la Creación y en obediencia a la Palabra de Dios. Los seres angelicales no deben ver desorden entre los cristianos, especialmente en la Iglesia del Dios viviente. El propósito de Dios es que “la multiforme sabiduría de Dios, sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales” (Efesios 3:10).


J. N. Darby bien ha escrito: «Por más que el hombre haya caído, el orden divino en la Creación jamás pierde su valor como expresión del pensamiento de Dios... la posición del hombre en el mundo, como cabeza y centro de todas las cosas ―lo cual ningún ángel lo ha sido― es el pensamiento de Dios mismo, así como la posición de la mujer, la compañera de su gloria, pero sujeta a él. Este pensamiento de Dios será gloriosamente cumplido en Cristo, y, con respecto a la mujer, en la Asamblea; pero sigue siendo verdadero en las propias relaciones, que es el orden constituido de Dios, orden que es siempre justo porque es el orden divino, pues el mandato de Dios crea el orden, aunque seguramente su sabiduría y su perfección se despliegan en este orden» (Sinopsis de los libros de la Biblia de J.N.Darby, volumen IV).

Lo que la naturaleza enseña

El inspirado escritor continúa su tesis en los versículos 13-15 basándose en lo que la naturaleza enseña. “Juzgad en vosotros mismos: ¿Es decoroso [correcto, propio] que una no cubierta ore a Dios? ¿Ni aun la naturaleza misma os enseña que el hombre, si tiene cabello largo, es una deshonra para él? Mas la mujer, si tiene cabello largo, es una gloria para ella, porque el cabello largo le es dado en lugar de velo” (versión inglesa de JND).

Es obvio que hay una gran diferencia entre el hombre y la mujer según la naturaleza. En el reino natural ellos son constituidos de muchas maneras completamente diferentes por el propósito y designio divinos. Así es que el apóstol apela al sentido del decoro y la buena presentación. Presenta esto, que se basa en la forma diferente en que la naturaleza ha constituido los dos sexos, como otra razón por la cual la mujer debe tener la cabeza cubierta para aparecer diferente del hombre delante de Dios. «Su cabello largo, en contraste con el cabello del hombre, muestra que ella no fue hecha para mostrarse a sí misma ante todo el mundo con el descaro de un hombre. El cabello largo, que le es dado como un velo, muestra que la modestia y la sumisión ―una cabeza cubierta que se oculta así en esta sumisión y en esta modestia― es su verdadera posición por naturaleza y su gloria distintiva» (Sinopsis de los libros de la Biblia, volumen IV, 1.ª Corintios 11).El apóstol declara así que la naturaleza enseña que si un hombre tiene el cabello largo, esto es una deshonra o vergüenza para él, pero si una mujer tiene cabello largo, es una gloria para ella. El cabello largo le sienta bien a la mujer y es su gloria personal. Éste se adapta a ella como a “vaso más frágil” físicamente, como consta en 1 Pedro 3:7 en la exhortación a los

maridos. El cabello largo de la mujer es parte del “ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios, Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos” (1.ª Pedro 3:4-5).

El cabello corto era desconocido entre las santas mujeres de antaño. ¿Por qué una mujer debe cortar gran parte de lo que es su gloria y desecharlo? La mujer en Lucas 7, de quien el Señor dijo “amó mucho”, lavó sus pies con sus lágrimas arrepentimiento y los enjugó con sus cabellos. Su cabello era lo suficientemente largo como para ser utilizado como una toalla en refrigerio para el bendito Salvador.

Como conclusión de este aspecto de lo que la naturaleza enseña, se hace una notable afirmación en 1.ª Corintios 11:15, a saber: “en lugar de velo le es dado el cabello” (“cabellera”, V.M., o “cabello largo”, JND). La Versión Autorizada inglesa o «King James» traduce incorrectamente la frase así: “su cabello le es dado para cubierta”. La palabra que aparece aquí en el original griego es diferente de la utilizada para “cubrirse” a través de toda esta sección. En el versículo 15, la palabra griega es peribolaiou que significa «lo que es arrojado alrededor de o puesto sobre algo», es decir, como un velo. En los versículos 6 y 7, la palabra griega es katakaluptestho que significa «cubrir por completo, cubrirse la cabeza (Léxico anglo-griego de Liddell y Scott; Léxico anglo-griego del Nuevo Testamento de Thayer; Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, W. E. Vine). El significado del versículo 15 es que una mujer podía velarse o cubrirse a sí misma con su cabello largo. Esto refuerza, además, el precepto de cubrirse a sí misma en la presencia de Dios.

¿Un cabello largo y no una cubierta?

Algunos, aferrándose a esta incorrecta traducción “su cabello le es dado para cubierta”, enseñan que el cabello largo de la mujer es la cubierta para su cabeza. Pero, si la gloria del hombre debe estar cubierta en la presencia de la gloria de Cristo, luego, el cabello largo de la mujer —el cual es su gloria personal— debe seguramente estar cubierto también.

Con relación a este punto nos permitimos llamar la atención brevemente sobre algunos objetos inadecuados que son utilizados algunas veces corno cubiertas. ¿Acaso una mera cinta sobre la cabeza responde al requerimiento bíblico de una cubierta? ¿Y acaso velos débiles y transparentes o adornos de fantasía puestos sobre una parte de la cabeza son realmente una cubierta? Aun cuando procuramos evitar el legalismo, necesitamos también ser realistas, honestos y concienzudos. Otro ha escrito: «Quiera el Señor ejercitar a las mujeres cristianas para seleccionar prendas que sirvan como cubiertas cuando deban ser utilizadas para este propósito» (Paul Wilson). Las modas de vestir cambian; ellas van y vienen. Una importante consideración individual debería ser: ¿Se usa tal o cual cubierta por el hecho de estar de moda o ser de uso común, o por obediencia a la Palabra de Dios?

EL ORDEN EN LA ASAMBLEA

Como declaración final sobre este tema de cubrirse la cabeza, el apóstol escribió: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (1.ª Corintios 11:16). 0, como traducen otros: “Nosotros no tenemos otra práctica, ni las iglesias de Dios” (NIV, NASB).

El inspirado apóstol había expresado el orden divino de la primacía y de cubrirse la cabeza que es el pensamiento de Dios para la presente dispensación de redención y gracia. Él impartió instrucciones que son de aplicación general para los hombres y mujeres en cualquier época y en cualquier lugar para todo este periodo de la Iglesia. Él no había abordado aún plenamente el tema del orden divino en la asamblea. Éste comienza con el versículo 17.

Pero ahora en el versículo 16 él establece la conclusión sobre este tema de cubrirse la cabeza diciendo que si alguno quiere ser contencioso acerca de lo que había escrito a los corintios por inspiración divina, nosotros y las iglesias de Dios no tenemos tal costumbre como aquello por lo que podía contenderse.

Aquí Pablo declara que el orden divino respecto de la primacía y la cubierta o velo era más que un orden observado en la Creación y en la naturaleza. Tenía aplicación general. Era incluso practicado en todas las asambleas de Dios. Si había una diferencia entre el hombre y la mujer con relación a cubrirse la cabeza cuando se oraba o profetizaba en cualquier parte en general, esta misma diferencia debía ser observada también cuando los creyentes se reunían “como iglesia”. Y esta diferencia era practicada en todas las asambleas. Todo aquel que contendía por cualquier otra práctica estaba en disconformidad con el orden y práctica apostólicos, y no se permitiría entre las asambleas congregadas hacia el Nombre del Señor Jesucristo.

Lo que tenía que ser practicado en Corinto era el mismo orden observado en todas las asambleas. Este asunto no se dejaba librado a los individuos o a las opiniones o decisiones locales. No había ninguna otra opción. Dios es quien ha hablado y ha dado el dogma divino. El caso estaba cerrado y
no abierto a la controversia. Así, el mismo principio y práctica respecto de la primacía y del cubrimiento de la cabeza debe ser el orden actual para todas las asambleas que pretendan estar congregadas hacia el Señor Jesucristo conforme a las Escrituras.

Para todas las asambleas

Debe notarse que la epístola a los Corintios fue dirigida a “la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1.ª Corintios 1: 2). Aquello que fue escrito a los corintios se aplica también a todos los que invocan el Nombre del Señor Jesús y le reconocen como Señor en todas partes. Esta epístola no fue sólo para la Iglesia entera en los tiempos de los apóstoles, sino que también tiene autoridad para la Iglesia actual.

Las palabras del apóstol en el capítulo 14 de esta epístola, referentes al silencio de la mujer en la asamblea, también se aplican ciertamente al tema de cubrir la cabeza: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor; mas el que ignora, ignore” (1.ª Corintios 14:37-38).

El rechazo a cubrirse la cabeza

Uno escribió con todo acierto: «El hecho de negarse a exhibir la señal externa de subordinación, indica meramente que el lugar dado por Dios mismo es rechazado, lo cual ha de temerse» (Paul Wilson). Otro, después de comentar sobre 1.ª Corintios 11:5-6, bien ha declarado: «Es Dios quien ha hablado y muchas veces son las cosas pequeñas como ésta —de cubrir o no la cabeza— las que prueban el estado de nuestro corazón y si es la voluntad de uno la que actúa o si uno está dispuesto a sujetarse a la Palabra de Dios» (Estudios sobre 1.ª Corintios por H.A. Ironside).

Que una hermana en Cristo no esté instruida en la enseñanza bíblica acerca de cubrirse la cabeza y del orden divino de la primacía, sobre lo cual se fundamenta, es una cosa. Esto puede sobrellevarse con paciencia. Pero cuando la enseñanza de la Palabra de Dios es conocida, comprendida y rechazada, se trata de un asunto totalmente diferente. Tal persona puede relegar estas instrucciones divinas dadas en 1.ª Corintios a las épocas pasadas y alegar que no son relevantes para nuestros tiempos y cultura. Este es el razonamiento de la mente humana y no es otra cosa que un manifiesto rechazo a la Palabra de Dios, lo cual es un asunto serio. En la antigüedad, el profeta Samuel le dijo al rey Saúl: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y corno ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1.º Samuel 15:22-23).

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NO ES UNA CUESTIÓN DE COSTUMBRE CULTURAL

Algunos sostienen en la actualidad que el cubrirse la cabeza, tal como se enseña en la epístola a los Corintios, se relaciona con las costumbres culturales de aquellos días; de ahí que no sea relevante para las diferentes culturas de nuestro mundo occidental. La realidad del asunto es que el orden divino manifestado por el inspirado apóstol a la Iglesia no era conforme a las costumbres culturales de aquellos días. Era la costumbre de los hombres judíos de aquel entonces, al igual que en la actualidad, cubrirse la cabeza en la sinagoga. En el mundo griego, donde estaba situado Corinto, era la costumbre de las mujeres entrar al templo con sus cabezas no cubiertas. Las mujeres de mala vida, como las prostitutas, también andaban por todos lados descubiertas. El apóstol Pablo declaró firmemente: “Nosotros no tenemos tal costumbre”.

La Iglesia del Nuevo Testamento era distinta de la sinagoga judía y del templo pagano. Aquélla se hallaba en contraste con las costumbres sociales y religiosas del mundo circundante. Cristo, la Cabeza de la Iglesia, está glorificado en el cielo y su Iglesia debe mantener un carácter celestial y un testimonio para Él.

Símbolos

Otro argumento presentado en contra de que las mujeres se cubran en la actualidad es de que un sombrero o cubierta en el mundo occidental de hoy no significa lo mismo que lo que significaban los velos en las épocas bíblicas orientales -que las cubiertas no son una señal de sumisión en nuestro mundo moderno como lo fueron los velos en aquellos tiempos.

A este razonamiento respondemos: la Palabra eterna, viva e inmutable de Dios, la Biblia, ha declarado el significado y la representación simbólica puesta de manifiesto en la cabeza descubierta del hombre y en la cabeza cubierta de la mujer en la presencia de Dios. Él nos ha revelado lo que esto significa para Él y lo que representa para los ángeles y lo que debe también representar para todos los hombres. Sólo en las Escrituras aprendemos las verdades representadas mediante símbolos divinamente elegidos. Éstos tienen que ser proclamados y manifestados al cambiante mundo entero.

Los creyentes en Cristo no deben guiarse por lo que el mundo interpreta. Somos exhortados a no seguir “según las” tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2: 8). Debemos seguir lo que Dios ha revelado y ordenado en su infalible e inmutable Escritura de verdad. Los creyentes tienen que manifestar esto en un mundo religioso, incrédulo, político y científico que se halla cegado por Satanás, el dios del presente siglo malo.

Nuestra necesidad actual

Necesitamos estar alertas contra nuestros propios razonamientos y pensamientos, los cuales están influenciados y basados en normas y costumbres de las culturas siempre cambiantes que nos rodean. Debernos desear una mayor sencillez y devoción al Señor y a su preciosa Palabra para aceptar así las instrucciones divinas sin razonamientos. Necesitamos una reverencia más profunda por las Santas Escrituras y un espíritu de sujeción de corazón y mente a los preceptos divinos. “¿Qué dice la Escritura?” debe ser nuestra pregunta más importante y nuestra corte final de apelación.

R. K. Campbell


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ESPIGUEOS SOBRE LA PRIMACÍA Y EL VELO

Notes on the First Epistle of Paul the Apostle to the Corinthians, págs. 172-175, William Kelly

1.ª Corintios 11:3-16

«Tenemos aquí un ejemplo típico de la ocupación del apóstol en una cuestión de orden. Él deduce la solución a partir de los principios elementales que surgen de los caminos de Dios en el principio de la Creación. Es una admirable manera de resolver cuestiones, no mediante una mera autoridad abstracta —aun cuando la establezca alguien superior—, sino transmitiendo a los demás los caminos de Dios en la Creación y su providencia, los cuales suscitaron la admiración del apóstol así como la sumisión de su corazón. No es una cuestión de la nueva creación. Allí las diferencias desaparecen. No hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, pues todos son uno en Cristo Jesús.

Pero aquí en la tierra hay un orden de relación establecido por Dios; y así como el hombre es cabeza de la mujer, así también Cristo es cabeza de todo varón, y Dios la cabeza de Cristo. Sería aún más peligrosamente falso utilizar estas palabras para rebajar a Cristo, que desvirtuar su vigor con el objeto de negar la sujeción que la mujer debe al hombre; pues el Cristo es visto como tal, no en su propia gloria personal intrínseca ni en la comunión de la naturaleza divina, sino en el lugar en el que entró y que asumió como el Ungido. Dios, por consecuencia, es la cabeza del superior; y, como la mujer está obligada a reconocer el lugar que Dios le asignó, así también el hombre debe ocupar debidamente la relación que se le ha asignado.

El principio es aplicado para corregir a algunas mujeres cristianas de Corinto que traspasaban los límites del decoro. El apóstol presenta el caso completo, e incluso el error de un hombre en cuanto al mismo, aunque podría parecer hasta ese momento que se trataba de una cuestión del sexo opuesto. Tener la cabeza cubierta para el hombre significaría falsear su testimonio hacia Cristo; y de igual modo para una mujer el no tenerla. No se argumenta sobre la base de costumbres, modestia, o algo parecido, sino de los hechos tal como Dios los ha revelado. Sería la señal de autoridad asumida por la mujer, de la autoridad abandonada por el hombre. Una mujer sin velo se asemeja a un hombre, sin realmente serlo. Esto significa renunciar, en lo que este acto representa, a la sumisión que ella debe al hombre; es lo mismo que si estuviese rapada. ¡Que se trasquile también! dice el indignado siervo del Señor; pero si esto también resultara vergonzoso para una mujer, agrega, que se cubra (v. 2-6).

Hay todavía más explicaciones sobre el fundamento concerniente al hombre y a la mujer en los versículos siguientes (v. 7-12). Así, pues, el apóstol hace notar la posición del hombre directamente como imagen y gloria de Dios; la mujer, en cambio, es la gloria del varón, no teniendo semejante lugar de representación pública para Dios. Cualquier cosa que ella tenga relativamente, es esencialmente mediada y derivada. La Creación es la prueba, y no por supuesto el curso ordinario de las cosas desde entonces.

Por lo tanto, es imposible hacer una estimación correcta sin considerar el principio. Si el versículo 7, entonces, se refiere al origen del hombre y de la mujer respectivamente, el versículo 8 declara la creación de la mujer por y subsiguientemente para el hombre, como los fundamentos de la subordinación de la mujer al hombre. Es fácil ver que, siempre que se niega la Creación, o hasta se la ignora, los hombres naturalmente razonan y bregan en pro de su igualdad.

Pero hay también otra consideración, que tan sólo la fe podría admitir, a saber, el testimonio al orden divino que el hombre y la mujer deben dar a esos seres espirituales de quienes la Escritura declara que tienen la más íntima relación con los herederos de la salvación. (Compárese 1.ª Corintios 4:9 y Efesios 3). “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.” El significado de estas palabras ha sido mal comprendido por la mayoría de los comentaristas, algunos de los cuales se desviaron hacia pensamientos degradantes al interpretar «ángeles» como ángeles malos; otros rebajan la palabra al sentido de los mismos justos, ya sean profetas cristianos, los presidentes de las asambleas, los nuntii desponsationum o personas encargadas de efectuar los esponsales, y hasta también se ha sugerido que los «ángeles» eran espías enviados por los incrédulos.

Asimismo la expresión “señal de autoridad sobre su cabeza” ha suscitado interminables discusiones. Tener autoridad sobre la cabeza significa, incuestionablemente, llevar el símbolo de la misma mediante una cubierta o velo. Por otro lado, en los v. 11 y 12, el apóstol insiste cuidadosamente sobre la mutualidad del hombre y la mujer, negando la independencia del uno respecto del otro, afirmando que Dios es la fuente de ambos respectivamente, y de todas las cosas.

Además, él apela al sentido del decoro basándose en la manera en que Dios ha constituido al hombre y a la mujer. “Juzgad vosotros mismos: ¿es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? la naturaleza misma ¿no os enseña...?”. Si es tan natural para el hombre tener cabello corto como para la mujer tenerlo largo, ¿no es una rebelión contra la naturaleza de cada uno invertir ello en la práctica? La creación de Dios debe gobernar, salvo que la Palabra de su gracia llame a cosas más elevadas; pero valerse de esto último como pretexto para el asunto en cuestión era algo inadmisible.

Finalmente, el uso habitual de las iglesias, tal como estaba reglamentado por la sabiduría apostólica, no es cosa fácil de perturbar, y esto lo declara el apóstol con gran fuerza moral: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.” Es una desdeñable forma de independencia la que se erige a sí misma, no sólo contra el sentimiento espiritual de todo el testimonio público en las asambleas de Dios, sino que se alza por sobre aquellos dotados con la sabiduría celestial para la dirección de todo: los apóstoles. No se trata ni de la conciencia ni de la espiritualidad, sino de un deseo carnal de diferir de los demás y, en el fondo, de pura vanidad. La “costumbre” denegada por el apóstol era la innovación corintia —el hecho de que las mujeres no querían cubrirse, en desarmonía con las demás iglesias—, la cual confundía el orden de Dios en la naturaleza, y no la contención en sí (es decir, no se refiere a la costumbre de ser contencioso) como muchos comentaristas antiguos y modernos extrañamente concluyen.»


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Ver éste estudio desde su fuente original: http://www.verdadespreciosas.com.ar/documentos/el_velo.htm

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sábado, 14 de agosto de 2010

El Evangelio Verdadero – Paul Washer y Charles Leiter

Un estudio que ha traspasado fronteras, dado por Paul Washer y Charles Leiter en Perú. Se trata de un estudio sobre diversos temas distorsionados del Evangelio, en los que estos hombres de Dios destapan a la luz de la Palabra las herejías que actualmente se practican y creen dentro del cristianismo. Además también exponen algunos temas fundamentales del Evangelio arrojando gran luz sobre ello.

¡Muy recomendado!


1. Introducción – Paul Washer



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2. Pecado – Charles Leiter



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3. El hombre y el pecado – Paul Washer



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4. El Verdadero Evangelio y la verdadera conversión – Paul Washer



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5. Preguntas



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6. El Poder de Dios en la conversión – Paul Washer



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7. Isaías 53 – Charles Leiter



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8. Seguridad de Salvación – Paul Washer



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9. Regeneración – Charles Leiter



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10. Preguntas



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11. El camino angosto – Paul Washer



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12. Nacer de Nuevo – Charles Leiter



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13. Regeneración (1/2) – Paul Washer



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14. Regeneración (2/2) – Charles Leiter



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15. Preguntas



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16. Resumen – Paul Washer



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17. Dos Reinos (Carne y Espíritu) / Morir al pecado y al Mundo – Charles Leiter



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18. 1a Timoteo 4: 11-16 – Paul Washer



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19. Santidad – Paul Washer



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Fuentes:
Sermon Audio
Descubriendo el Evangelio