Nuestra fe es el centro del blanco al cual Dios tira cuando nos prueba, y si alguna de las gracias que Él nos concede quedan sin probar, con toda seguridad la fe nunca escapa. No hay ninguna otra forma semejante para probar la fe hasta su máximo, como el parecer que Dios nos abandona. Despójala de todos los goces que conozca y permite que los medios con que Dios la prueba se coloquen en orden de batalla contra ella. Y la fe verdadera es aquella que puede salir sin ser dañada de en medio del ataque. La fe necesariamente tiene que ser probada y el abandono aparente es el horno siete veces calentado al cual se le puede arrojar. ¡Dichoso es el hombre que puede soportar la prueba!
C. H. Spurgeon
Pablo dijo: “He guardado la fe” Pero le costó el perder su cabeza. Le cortaron aquella, pero no le hicieron perder la fe. Este gran Apóstol de los Gentiles se regocijó en tres cosas: “Había guardado la fe” ¿A que equivale lo demás? San Pablo ganó la carrera, obtuvo el premio y no solamente tiene hoy la admiración del mundo, sino también la admiración del cielo. ¿Por qué no actuamos de forma que nos cueste el perder todo para ganar a Cristo? ¿Por qué no somos leales a la verdad como él lo fue? ¡Ah! nosotros no poseemos su aritmética. Él contaba de una forma diferente que nosotros. Nosotros contamos como ganancia las cosas que él contó por pérdidas. Debemos de tener su misma fe y guardarla, si queremos llevar la misma corona.
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. Fil. 3:8
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