Se ha observado a menudo que uno de los requisitos fundamentales de la exposición de la Palabra de Dios es la necesidad de preservar el equilibro de la verdad. Estamos plenamente de acuerdo con ello. Hay dos cosas que están por encima de toda discusión: Dios es soberano, el hombre es responsable. En esto libro hemos procurado exponer lo uno, así como en otras obras hemos hecho frecuente énfasis en lo otro. Reconocemos sin vacilar que existe un verdadero peligro tanto en enfatizar demasiado lo primero como en ignorar lo segundo; de ello, la historia nos ofrece numeroso ejemplos.
Hacer énfasis en la soberanía de Dios, sin sostener al mismo tiempo la responsabilidad de sus criaturas, tiende al fatalismo; dar a la responsabilidad del hombre tal importancia que se pierda la vista soberanía de Dios, es exaltar a la criatura y deshonrar al Creador...
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